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El tracto gastrointestinal está muy inervado por el SN Autónomo, canal de expresión fisiológica de las emociones, por lo que es una de las localizaciones más frecuentes de trastornos psicosomáticos.

Desde el nacimiento, y a lo largo de las dos primeras fases del desarrollo psicosexual (oral, hasta el año y medio, y anal, hasta los 3 años), la función digestiva (mamar, masticar, tragar, digerir, absorber, retener - controlar esfínteres -, expulsar) se va asociando a vivencias emocionales, por lo que las emociones van a influir en los órganos digestivos el resto de la vida.

La fantástica imagen del encabezado, titulada “Satán contagiando a Job las úlceras malignas” (dibujo a pluma, tinta y témpera, sobre madera de caoba), y una de las 21 ilustraciones del Libro de Job, del Antiguo Testamento, publicado en 1826, es obra del gran William Blake (místico, visionario, poeta, dibujante, pintor y grabador, de afectividad bipolar, cuya cordura ha sido puesta en duda, aunque no su fascinante creatividad) y representa una parte de la tragedia de este santo patriarca (Job 2:7). Ver El sufrimiento del inocente


Sistema Digestivo


Estómago

Recibe, desde el esófago, el bolo alimenticio formado en la boca, sobre el que actúa el ácido gástrico (una de las principales secreciones del estómago, junto con varias enzimas y el factor intrínseco - una mucoproteína necesaria para la absorción de la vitamina B12 en el intestino delgado -, y que contiene principalmente ácido clorhídrico - HCl -), que es producido por las células parietales que están en la mucosa del estómago.

Estas células parietales están estimuladas por la gastrina, hormona secretada por las células de gastrina - células G - (células endocrinas situadas en el antro del estomago - parte baja del estómago, anterior a la zona del píloro - y la parte superior del duodeno, que , además de intervenir en la producción del ácido gástrico, regulan la proliferación de la mucosa en el estómago, la contracción del esfínter esofágico inferior y la contracción del músculo liso), mediando el neurotransmisor péptido liberador de gastrina (GRP) en su estimulación, la histamina, que es liberada por las células enterocromafín-like - células ECL - (situadas en la mucosa del fundus - parte superior - y cuerpo del estómago), y la actividad del SNA Parasimpático, a través del nervio vago y el neurotransmisor acetilcolina (ACh).

GRP y Ach tienen una acción directa sobre las células parietales e indirecta a través de la estimulación de gastrina e histamina. La gastrina actúa directamente sobre las células parietales, e indirectamente estimulando la liberación de histamina.

Las membranas de las células parietales tienen receptores de los estimuladores gastrina, histamina, y ACh, así como receptores de los inhibidores: la somatostatina, segregada por las células delta - D - (que se encuentran en todo el tracto gastrointestinal y en islotes del páncreas) y las prostaglandinas E2 (secretadas por prácticamente todas las células del estómago), que inhiben la secreción ácida del estómago y estimulan la secreción mucosa).

El ácido gástrico transforma el bolo alimenticio en una papilla líquida, espesa y muy ácida llamada quimo. Los movimientos musculares de las paredes del estómago impelen el quimo al intestino delgado.

Intestino delgado

Situado en el centro de la cavidad abdominal, mide en el adulto unos 6 m de largo y 2,5 cm de ancho, y se divide en duodeno, yeyuno e íleon.

En el intestino delgado, el quimo se mezcla con tres líquidos: la bilis (hiel), segregada por la vesícula biliar (que almacena y concentra la bilis producida por el hígado), y que sirve para digerir las grasas, el jugo pancreático, elaborado por el páncreas, y que interviene en la digestión de todos los principios inmediatos orgánicos (carbohidratos, lípidos, proteínas y ácidos nucleicos), y el jugo intestinal, elaborado en el mismo intestino delgado, cuya función es completar el proceso iniciado por el jugo pancreático.

Ésta mezcla produce el quilo, un líquido lechoso, con gran contenido en grasas, que contiene las sustancias nutritivas que se absorben a través de la membrana del intestino delgado, para llegar a la sangre y distribuirse por todo el cuerpo.

La superficie de absorción del intestino delgado es de unos 200 m² en un adulto...

Duodeno

De unos 25 cm de largo, situado en la parte superior y posterior del abdomen, continuación del estómago, es la única porción del intestino delgado que se encuentra fija, y está formado totalmente por músculo liso.

Su función principal es la disgregación de los alimentos, después de que estos hayan pasado desde el estómago, a través del píloro, por el esfínter pilórico. En el duodeno el quimo se mezcla con la bilis, el jugo pancreático y el jugo intestinal, formando el quilo.

La absorción de vitaminas, minerales y otros nutrientes comienza en el duodeno.

Yeyuno

Alrededor del 40% del resto del intestino delgado, y de un diámetro promedio de 3,25 cm, unido al abdomen por una membrana llamada mesenterio.

Su función es realizar la absorción de las sustancias del quilo alimenticio, que es realizada a través de las vellosidades intestinales (más numerosas y finas que en el íleon). Aquí el jugo intestinal degrada al mínimo los principios inmediatos.

Íleon

El 60% restante, y de un diámetro promedio de 2,5 cm, parte final del intestino delgado. Aquí se absorben la vitamina B12 y las sales biliares.

Los movimientos peristálticos hacen que el quilo vaya siendo conducido a través del intestino delgado, y el que no se absorbe pasa al intestino grueso por la válvula ileocecal.

Intestino grueso

Tiene una longitud aproximada de 1,5 m y un diámetro de unos 10 cm. Se divide en ciego, colon y recto.

Su función principal es la absorción de agua y minerales, y transformar el quilo residual en heces, por acción de la flora intestinal, almacenándolas hasta su expulsión al exterior.

Ciego

De unos 6 cm de longitud, en forma de saco sin salida, comunica el intestino delgado con el grueso a través de la válvula ileocecal. De su parte inferior cuelga el apéndice (ver Apéndice).

Colon

De aproximadamente 1,24 m, consta del cólon ascendente (a la derecha, hasta el pliegue hepático - queda a la altura del hígado -), transverso, descendente (a la izquierda del organismo) y sigmoideo (entre el colon descendente y el recto, en forma de S, con músculos muy potentes encargados de hacer avanzar las heces hacia el recto).

Recto

Porción del intestino grueso entre el colon y el ano (orificio terminal), con una extensión de unos 17 cm, y forma de botella invertida, en forma de S.

Se divide en ampolla rectal (recto pélvico, 13,5 cm), donde se almacenan las heces hasta su expulsión, y conducto anal (recto perineal, 3,5 cm), formado por dos tipos de músculos anulares (esfínteres), que controlan su diámetro: el músculo interno es liso y de acción involuntaria y el músculo externo es estriado y de acción voluntaria.

A medida que se acumulan las heces, las paredes de la ampolla rectal se distienden, y sus receptores de estiramiento estimulan el deseo evacuatorio. El acto de expulsar las heces al exterior (reflejo evacuatorio) se produce cuando éstas ejercen presión sobre el conducto anal, interviniendo en el vaciado las contracciones de la musculatura abdominal, los movimientos peristálticos en el colon y recto, y la relajación de los esfínteres anales.


Sistema Nervioso Entérico
(cerebro entérico, cerebro intestinal, “segundo cerebro”)

Exceptuando la deglución y la defecación, controladas parcialmente por la voluntad, a través de músculos estriados (esfinter esofágico superior y esfínter anal externo), todos los demás procesos del Sistema Digestivo se realizan involuntariamente, sin que tengamos conciencia de ellos, y bajo el control del SN Autónomo (Simpático, Parasimpático y Entérico).

La importancia del Sistema Nervioso Entérico se ha puesto de manifiesto hace relativamente poco tiempo, con la publicación del libro “El segundo cerebro” (“The Second Brain”, HarperCollins, 1999), de Michael Gershon, profesor y director del Departamento de Anatomía y Biología Celular de la Universidad de Columbia en Nueva York, y precursor de la Neurogastroenterología (que estudia los síntomas de trastornos psicosomáticos con expresión gastrointestinal, relacionándolos con el SN Central). Aunque fue descubierto en 1921 por el fisiólogo inglés John Newport Langley (Newbury 1852- Cambridge 1925), se había estado ignorando la magnitud de su función, en la misma medida en que se desconocía la cantidad de células nerviosas que lo integran.

Características

- La cifra de neuronas (leen bien, porque son idénticas a las del cerebro) en el SN Entérico (en las paredes - revestimiento - del esófago, estómago e intestino) se sitúa nada menos que entre 200 y 600 millones, según John Barton Furness en su libro “El Sistema Nervioso Entérico” (2006), considerablemente más que las neuronas de la médula espinal (aproximadamente 13,5 millones), aunque astronómicamente lejos del número de neuronas del cerebro humano (alrededor de 86000 millones).

- Contiene células glía de apoyo (similares a la astroglia del cerebro), con función de sostén (soporte mecánico de las neuronas), nutrición, e inmunitaria, y que sirven de barrera frente a sustancias nocivas que pudieran dañar las neuronas intestinales (una barrera de difusión en torno a los capilares que rodean los ganglios, que es similar a la barrera hematoencefálica entre los vasos sanguíneos y el encéfalo).

- El SNE también hace uso de más de 30 neurotransmisores, la mayoría de los cuales son idénticos a los que se encuentran en el SNC, tales como la acetilcolina, dopamina y serotonina. Gershon reveló que el 90% de la serotonina corporal se produce y se almacena en las células enterocromafines (células de Kulchitsky) en el intestino, donde regula los movimientos peristálticos y la transmisión sensorial; el resto es sintetizada en las neuronas serotoninérgicas del SNC, donde cumple diversas funciones, como la regulación del estado de ánimo (en el cerebro está relacionada con la sensación de calma y bienestar), apetito, sueño, contracción muscular, o interviene en funciones cognitivas como la memoria y el aprendizaje. Es importante considerar que el nivel de neurotransmisores intestinales se puede modificar a través de la alimentación: por ejemplo, los alimentos ricos en hidratos de carbono favorecen la producción de serotonina, y los proteicos, la de dopamina y noradrenalina.

- Un hallazgo sorprendente para los investigadores ha sido constatar que el intestino es una abundante fuente de benzodiazepinas endógenas, que son el principio activo de medicamentos tan populares (y adictivos) como el valium (diazepam, usado, por vía oral, para tratar estados de ansiedad y tensión, insomnio, trastornos psicosomáticos y espasmos musculares, y, por vía intravenosa, como sedante para intervenciones médicas, estados de agitación motora, delírium tremens o convulsiones) y el xanax (alprazolam, 10 veces más potente que el diazepam pero con una vida media de eliminacion mas corta, utilizado en el trastorno por ansiedad generalizada, trastorno de pánico, fobias, dificultad de concentración, insomnio, hiperactividad autonómica o irritabilidad).

El cuerpo es un auténtico tesoro que tenemos a nuestra disposición, y que sólo funciona a plenitud si se le respeta y se le deja actuar sin agresiones químicas externas que lo desequilibren artificialmente.

- El SNE se comunica con el SN Central a través del parasimpático (por ejemplo, a través del nervio vago) y simpático (por ejemplo, a través de los ganglios prevertebrales). Sin embargo, puede funcionar de forma autónoma, independientemente de la consciencia del cerebro, controlando el proceso digestivo (por ejemplo, el peristaltismo intestinal) en función de factores tales como volumen y composición de nutrientes. En el intestino existen receptores del sabor dulce y amargo (Robert F. Margolskee y cols., de la Universidad de Liverpool, publicación en PNAS, 2007), ambas percepciones reguladas por la proteína gustducina de la membrana de los receptores, de acidez, y de otros agentes químicos, y, a partir de esta información, el cerebro intestinal decide las sustancias que debe secretar para optimizar la asimilación de nutrientes y el ritmo con que los contenidos intestinales deben ser empujados. El SNE es la única parte del cuerpo que puede rechazar o ignorar un mensaje que llega desde el cerebro. Se ha demostrado en vertebrados que cuando el nervio vago se secciona, el SNE sigue funcionando.

- Alberga más células inmunitarias que todo el resto del cuerpo, por lo que se le puede considerar el mayor órgano del sistema inmunitario. Entre las funciones inmunitarias del cerebro intestinal están la defensa frente a sustancias y microorganismos hostiles, y el mantenimiento de condiciones óptimas para el desarrollo de una flora bacteriana beneficiosa.

- Los medicamentos que ejercen efectos psíquicos también suelen tenerlos sobre el intestino. Los psicofármacos que provocan cambios en los niveles de serotonina cerebral afectan la producción del neurotransmisor en el intestino y pueden provocar náuseas, diarrea o estreñimiento. La cuarta parte de las personas que toman fluoxetina (prozac,“pastilla de la felicidad”, fármaco inhibidor selectivo de la recaptación de serotonina utilizado contra la depresión y otros muchos trastornos), o antidepresivos similares, sufren este tipo de problemas gastrointestinales. Tanto es así que la fluoxetina se utiliza en pequeñas dosis para tratar el estreñimiento crónico o el síndrome de colon irritable. Si se aumenta la dosis, el intestino se paraliza.

- Drogas como la morfina y la heroína actúan tanto sobre los receptores opiáceos que se hallan en el cerebro, como sobre los que se encuentran en el intestino, pudiéndose desarrollar en ambos sistemas una dependencia hacia ellas.

- Los enfermos de Alzheimer y de Parkinson sufren también de estreñimiento, ya que están afectadas tanto las neuronas cerebrales como las intestinales. Las “mariposas en el estómago” son consecuencia de la estimulación de las células nerviosas intestinales, al liberarse cantidades extraordinarias de hormonas del estrés por orden del cerebro cuando se afronta una situación difícil (amenazas físicas auténticas o imaginarias). Una diarrea puede ser resultado del miedo, que multiplica los estímulos sobre los circuitos productores de serotonina, neurotransmisor que desencadena la motilidad intestinal. Los dolores abdominales y las irregularidades intestinales son normales durantes los periodos de tensión emocional.

- El trazado electroencefalográfico de las 5 fases del sueño encuentra una expresión equivalente en el trazado electro miográfico del SNE, con ciclos de 90/110 minutos. Las personas con problemas intestinales también tienen un sueño REM anormal.


Mientras que la medicina occidental, y sólo recientemente, reconoce en el SNE un “segundo cerebro”, para la medicina oriental el área del vientre es el centro vital del organismo.

El Dan-Tien de la medicina tradicional china (“Área del vientre, Gran océano de energía, Océano de Chi”), llamado Hara en las artes marciales japonesas (“Vientre, Centro vital del hombre, Océano del Ki”; hara-kiri significa “corte del vientre”), y Svadhisthana en el hinduismo (2º chakra), se sitúa alrededor de unos 3 cm por debajo del ombligo y a una profundidad de unos 4 cm (dependiendo de cada persona las distancias, y sin relación con algún órgano concreto), en el centro de gravedad del cuerpo, y es el centro de (lugar donde se concentra) la Energía Vital de la persona (su fuerza o impulso vital): el lugar donde la Vida Universal se expresa en Vida Existencial, el centro del ser humano, cuerpo y alma incluidos. A diferencia de la fuerza movida por la voluntad (la fuerza del “hacer”), el Ki se siente y “se deja venir”.

Estar en contacto con ese centro, reunir “la fuerza” en ese lugar, “estar centrado”, equivale a salud (integración óptima de todos los sistemas corporales), longevidad, bienestar (un estado general de serenidad, de calma profunda), conciencia (razonamiento y evaluación ética correctos), poder personal y acción equilibrada, lo cual se puede promover a través de la meditación y de disciplinas psicofísicas como el Tai Chi, el Chi Kung, o el Hatha Yoga hindú.

Se dice que el que tiene un Hara bien desarrollado puede realizar muchas cosas sin aparente esfuerzo, a la vez que puede ser muy paciente y observar con calma, sin sentirse obligado a intervenir, si algo le desagrada. Tiene el arte del Hara (haragei, el “arte del estómago”), lo que también le permite tomar conciencia, en poco tiempo, de aquellos momentos en que deja el “centro justo”, cayendo bajo el influjo del Yo egocéntrico: con naturalidad, y sin esfuerzo voluntarista, recuperará el centro. Quienes tienen un Hara débil, son de salud frágil, pierden fácilmente las formas, enseguida montan en cólera, y, ante la adversidad, pierden pronto el aplomo.

La expresión psicosomática de “estar centrado”, en contacto con nuestra fuerza interior, tendría mucho que ver, en lenguaje médico occidental, con tener un SNE equilibrado.


Úlcera péptica
(úlcera gastroduodenal)

Una úlcera péptica es una llaga (erosión, lesión o herida) en el revestimiento del estómago (úlcera gástrica) o del duodeno (úlcera duodenal, que es la úlcera intestinal más frecuente), con pérdida localizada, y en general única, de la sustancia mucosa protectora, y, en ocasiones, del tejido de las restantes capas de la pared gástrica o duodenal (que, ante la pérdida de la protección mucosa, sufre un cambio semejante a una quemadura química, por exposición al ácido gástrico), de tamaño muy variable (desde unos milímetros a varios centímetros), y con escasa o nula tendencia a la cicatrización.

En los paises occidentales, 4 de cada 5 úlceras pépticas son duodenales, y 1 es gástrica. En Asia (especialmente en Japón) predominan las úlceras gástricas.

Es una enfermedad generalmente crónica, con remisiones y brotes sintomáticos de varias semanas de duración, a menudo influidos por la estacionalidad (los síntomas aparecen sobre todo en primavera y otoño).


Síntomas

Dolor abdominal

Ardor, quemazón, o sensación de hambre y malestar, en el epigastrio (la zona del estómago, o “boca del estómago", entre el ombligo y el esternón).

Es el síntoma más común, que suele presentar un ritmo horario relacionado con las comidas: suele aparecer entre 2 y 3 horas después de comer (raras veces antes del desayuno), por lo general desaparece al comer o tomar alimentos alcalinos, y puede provocar que la persona se despierte en mitad de la noche (cuando el estómago está vacío). El dolor puede aparecer y desaparecer durante algunos días o semanas.

Muchos síntomas de la úlcera péptica son los mismos que los de la gastritis (dispepsia, inflamación de la mucosa gástrica):

Pirosis

Sensación de ardor o quemazón en el esófago, por detrás del esternón, que surge en el estómago y se extiende hasta la garganta, causada por la regurgitación de ácido gástrico. Suele aparecer poco después de ingerir alimentos o sustancias ácidas (grasas, comidas picantes, alcohol, cafeína, tabaco, etc.).

Es un síntoma muy frecuente: alrededor de un 35% de la población tiene pirosis por lo menos una vez al mes y un 10% lo experimenta al menos una vez a la semana. Debido a lo común que es, la mayoría de la gente lo considera un problema menor y recurre a antiácidos de venta libre.

Otros síntomas

Indigestión, eructos, hipo, pérdida del apetito, pérdida de peso, flatulencia (meteorismo, exceso de gases en el intestino, producido por bacterias de la flora intestinal), hinchazón y presión abdominal, fatiga, palidez de la piel, náuseas y vómitos.

También es posible que se presente sólo un síntoma leve, o que no haya síntomas.

Se consideran síntomas graves, para una atención médica urgente, los siguientes:

- Dolor abdominal agudo, repentino y persistente, abdomen rígido o duro y sensible al tacto, evacuación de heces sanguinolentas o negras (melenas), vómito de sangre o con aspecto de poso de café, mareo, síntomas de shock (desmayo, sudoración excesiva o confusión) y el hecho de que los síntomas empeoren con los antiácidos

Estas alteraciones pueden ser síntoma de complicaciones graves:

- Perforación gástrica o duodenal, cuando la úlcera perfora la pared del estómago ó el duodeno, peritonitis (inflamación aguda o crónica del peritoneo, la membrana que recubre parte de la cavidad abdominal y la mayor parte de los órganos del abdomen), hemorragia interna (cuando el ácido del estómago, o la úlcera, rompen un vaso sanguíneo), obstrucción gástrica (cuando la úlcera bloquea el trayecto de los alimentos que van a salir del estómago) o duodenal (intestinal), y carcinoma (el tipo más común de cáncer).


Causas

Una úlcera péptica se produce por un desequilibrio entre los factores protectores de la mucosa gastroduodenal y los factores agresores de la misma, sobre todo el ácido gástrico, a consecuencia de diversos factores que, o bien deterioran la mucosa, o aumentan la acidez gástrica. La consecuencia es que los ácidos, destinados a la digestión de los alimentos, dañan las paredes del estómago o del duodeno.

Helicobacter pylori
(H. pylori)

Es una bacteria que se aloja en la mucosa gastroduodenal. Este hospedaje pudiera ser tan antiguo como la misma especie humana (se ha encontrado en momias egipcias y peruanas).

Su actividad mórbida consiste en provocar una gastritis crónica, deteriorando la mucosa. La bacteria sobrevive en el ácido del estómago segregando enzimas que lo neutralizan, lo que le permite llegar al revestimiento mucoso protector. Una vez allí, la forma en espiral de la bacteria le ayuda a perforar dicho revestimiento, lo que hace posible que el ácido afecte la superficie sensible que se halla por debajo de él. Por efecto tanto del ácido como de las bacterias, esa superficie delicada se irrita y se forma una úlcera.

La bacteria se encuentra en agua y alimentos sucios, propios de condiciones higiénicas deficientes, y la infección se contrae y transmite por vía fecal-oral.

Se ha encontrado la bacteria en la saliva de personas infectadas, de manera que puede propagarse también por el contacto boca a boca, por ejemplo al besarse. Cabe la posibilidad de una transmisión animal-hombre, y viceversa: se ha encontrado la bacteria en primates, cerdos o gatos domésticos, y en un estudio italiano, con trabajadores de mataderos, se encontró una mayor prevalencia de infección entre los matarifes y despiezadores que entre los trabajadores de las oficinas y el resto del personal del matadero (Vaira, D., Holton, J., Londei, M., Beltrandi, E., Salmon, P. R., D'Anastasio, C., Dowsett, J. F., Bertoni, F., Grauenfels, P., Gandolfi, L., The Lancet 1988).

Se estima que alrededor de un 70% de los pacientes con úlcera gástrica y un 85% de los pacientes con úlcera duodenal están infectados por H. pylori. Está también presente en la mayor parte de los casos de gastritis crónica, e incrementa el riesgo de padecer cáncer gástrico.

Aproximadamente un 70% de la población mundial tiene esta bacteria viviendo en su tracto gastrointestinal, pero la proporción varía mucho dependiendo del pais: desde cifras del 25% en Europa Occidental, Norteamérica y Australia, hasta prevalencias que pueden llegar al 90% en paises de África o Asia (donde es normal encontrar infecciones en niños). En general, a mayor pobreza, más prevalencia.

Lo cierto es que la gran mayoría de las personas que tienen ésta bacteria no desarrolla una úlcera: sólo 1 de cada 60 (1,67%).

Es obvio, por tanto, que la H. pylori no causa, por sí misma, las úlcera pépticas, y que el alto porcentaje de infección que se encuentra en las mismas (algo como el 82%) debe ser considerado como un dato correlacional. La presencia del microorganismo sólo aumenta la probabilidad de contraer la enfermedad, hay otros factores que intervienen en la causación de una úlcera, con o sin la H. pylori.

Fármacos antiinflamatorios no esteroideos
(AINE)

El uso prolongado de fármacos que se utilizan como analgésicos, para combatir el dolor, como la muy utilizada aspirina (ácido acetilsalicílico), el ibuprofeno, o el naproxeno, deterioran la mucosa gastroduodenal.

Drogas sociales

El alcohol (depresor), el tabaco y el café (estimulantes) producen acidez y son unos importantes agresores de la mucosa protectora. Ver Las Drogas sociales

Alimentación

La hiperacidez gástrica es un factor que influye en la aparición de las úlceras pépticas.

La medida de la acidez o alcalinidad (basicidad) de una sustancia la da el potencial de hidrógeno (pH), con el que se establece una escala desde el 0 (máxima acidez) hasta el 14 (máxima alcalinidad). El pH = 7 es neutro.

En el cuerpo humano, algunas cifras medias de pH son: jugo gástrico = 1,5, orina = 6,3, saliva = 7, sangre = 7,4

Según Otto Heinrich Warburg (Freiburg 1883 - Berlin 1970), bioquímico, médico y fisiólogo alemán, Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1931, “todas las enfermedades son ácidas, y donde hay alcalinidad y oxígeno no pueden existir ni la enfermedad, ni el cáncer”.

La alimentación conlleva una generación constante de desperdicios ácidos, tales como el ácido sulfúrico o el ácido fosfórico, que deben ser neutralizados con el consumo de alimentos alcalinos. En un óptimo estado de salud, el organismo, a nivel celular, es ligeramente más alcalino, a excepción del sistema digestivo y el tracto urinario. El pH de la sangre debe mantenerse siempre entre 7,35 y 7,45.

El exceso de acidez está asociado a poca energía, propensión a los resfriados e infecciones, lentitud y falta de claridad mental, nerviosismo, irritabilidad, sequedad de piel y uñas, dolores de cabeza, musculares y articulares, gastritis o úlceras digestivas. La acidificación se expresaría, de una u otra forma, según la vulnerabilidad o punto débil de cada persona.

El balance ácido/alcalino de nuestro cuerpo es importante para evitar las enfermedades, y se puede medir fácilmente, con papel de pH (de forma más precisa mediante un medidor de pH, o pH-metro), a través de la orina (recogiendo, y mezclando bien, la producida en 24 horas, desde la 2ª orina de la mañana hasta la 1ª del día siguiente, unas cifras normales estarían entre 5,6 y 7), o de la saliva (un pH normal, tomado antes de comer por la mañana, está entre 6,8 y 7,2).

Para lograr un balance óptimo, ligeramente alcalino, la dieta debe estar compuesta, en un 80%, de alimentos alcalinizantes (hay alimentos ácidos que, al ser digeridos, tienen un efecto alcalino, como por ejemplo un zumo de naranja) y un 20% de alimentos acidificantes (hay alimentos alcalinos que al incorporarse producen acidez, como la leche al fermentar en el aparato digestivo). En una alimentación omnívora, significaría una alta proporción de frutas y vegetales y una baja cantidad de alimentos de origen animal.

Alimentos alcalinizantes (80%)

Frutas, verduras, repollo (especialmente su jugo), patata, miel, jarabe de arce, cereales (mijo, arroz integral, maíz), sésamo, pasas, castañas, almendras, aceitunas negras, aceites vegetales (de oliva, girasol y maiz), derivados de soja, algas, raices, zanahoria.

Los germinados (de trigo, centeno, avena, alfalfa, soja, berros, etc.) son alcalinizantes por su alto contenido en clorofila: el verde de los vegetales se debe a la clorofila de la savia, que ayuda a distribuir el oxígeno en la planta (la misma función que la hemoglobina de la sangre).

La fibra de los vegetales ayuda a absorber los ácidos en el tracto digestivo.

Alimentos acidificantes (20%)

Carne en general (la carne roja es la más ácida), embutidos, pescado, conservas, colorantes, huevos (yema), alimentos “blancos” (leche, azúcar y edulcorantes, cereales refinados, harina blanca, pastas, legumbres, arroz blanco), o los productos elaborados con ellos (helados, tortas, pasteles, quesos y caramelos), tomates crudos con pepitas, cacahuete, nuez, avellanas, bebidas gaseosas.

La leche, además de tener un efecto acidificante, es un “secuestrante” del calcio de los huesos (ver Mitos alimentarios/Leche, calcio y vitamina D).

Alimentos neutros

Son alcalinizantes por su contenido en sales minerales, y acidificantes por su contenido en proteínas: tofu, cereales integrales, yogur.

Estrés

Los agentes estresantes, y la vivencia de un estrés prolongado, juegan un papel fundamental en la etiología de la úlcera péptica, sin descartar otros factores. Ver El Estrés

La experimentación animal (terrible realidad aceptada como “normal” por la comunidad científica, en bien de la humanidad...) ha confirmado, en diversos estudios de estrés (por ejemplo, Brady, J. (1958) en monos, o Ader, R. (1971) en ratas), o, según la revisión de Weiner, H. (1996), la influencia del estrés en la causación de la úlcera péptica: la falta de control e incertidumbre sobre estímulos traumáticos, generalmente eléctricos, provocaban en los animales la aparición de úlceras.

Cuando se estimulan eléctricamente algunas zonas de la amígdala (porción encefálica muy implicada en las emociones), se producen dos fenómenos fisiológicos fundamentales para el desarrollo de la úlcera gástrica: aumento de secreción de ácido gástrico y disminución de flujo sanguíneo a las paredes del estómago (Henke, 1992).

"Durante la segunda guerra mundial se produjeron verdaderas epidemias de “úlceras por ataque aéreo” en la población de ciudades muy bombardeadas de Gran Bretaña. Inmediatamente después de un bombardeo intenso, se presentaba en el hospital una cantidad inusitada de personas con úlceras duodenales o gástricas sangrantes, que habían aparecido de un día para otro, por así decirlo. Muchas de las personas afectadas no habían sufrido lesiones físicas en el ataque aéreo pero, por supuesto, sufrían intenso estrés por extrema excitación emocional" (Hans Selye, en su libro "El estrés de la vida", 1976).

Según una investigación publicada en 1942, en la revista médica The Lancet, se registró un aumento del 50% en los casos de personas con úlceras pépticas entre la población londinense que había sobrevivido a los ataques aéreos de los aviones alemanes.

Un fenómeno similar, de incremento de casos de úlceras, ocurrió entre los supervivientes del terremoto de Kobe de 1995 en Japón, que provocó la muerte de 6.434 personas.

Un ejemplo fantástico de Interrelación Holística es el siguiente (los médicos que siguen con un pensamiento lineal y corporativista, y que defienden que "las úlceras pépticas son causadas por la bacteria H. pylori", se podrían beneficiar de la práctica de sudokus):

Un equipo de científicos de la Universidad de Maastricht, en Holanda (Luc Smits, Lydia Krabbendam, Rob de Bie, Gerard Essed, Jim van Os, Journal of Psychosomatic Research, 2006), estudió los casos de 1885 mujeres que estaban embarazadas (de al menos 12 semanas), cuando ocurrieron los ataques del 11 de septiembre de 2001 a las Torres Gemelas de Nueva York, y descubrió que los bebés holandeses, nacidos entre 3 y 6 meses después de los atentados, pesaron un promedio de 50 gramos menos de lo habitual.

Para los expertos, el estrés y la ansiedad causados por los atentados provocaron esa caida del peso. “El impacto del 11-S fue tan enorme que afectó prácticamente a todo el mundo. En el caso de las mujeres holandesas, el impacto se magnificó por las emociones normalmente vinculadas con el embarazo. Hubo una correlación muy muy clara, que nos sorprendió muchísimo" (Gerard Essed).

Un informe de expertos de la Universidad de California, en Berkeley, EE.UU., que analizó los nacimientos de 700000 bebés en Nueva York, entre 1996 y 2002, concluyó que el estrés provocado por los atentados de Al-Qaeda provocó una caída marcada en el peso de los bebés. Las mujeres que se encontraban en las Torres Gemelas, o cerca de ellas, el día de los atentados, tuvieron bebés cuyo peso promedio fue de 120 gramos por debajo del habitual. Los médicos atribuyeron ese fenómeno al estrés y a las altas cantidades de polvo y basura en el aire, que respiraron esas mujeres, tras la caída de las torres. Los atentados del 11-S también provocaron un alto índice de abortos naturales de bebés varones, un fenómeno evidenciado en otras partes del mundo durante desastres naturales o guerras.

Los factores psicosociales tienen una influencia innegable en el desarrollo de úlceras.

La precariedad económica y de las condiciones de vida, el mal ambiente familiar, el esfuerzo intelectual continuado, el cansancio crónico, el exceso de responsabilidad, etc., se asocian a un aumento de la secreción gástrica (González Menéndez, R., en su libro “Psicología para Médicos Generales”, 1984).

En un estudio multifactorial de Feldman, M., Walker, P., Green, J. y Weingarden, K. (1986), considerando diversos factores psicológicos y sociales, realizado con 49 hombres con úlcera péptica complicada y no complicada, comparándolos con 32 hombres con cálculos renales y vesiculares y con 20 sanos, se constató un número similar de eventos vitales potencialmente estresantes.

Sin embargo, en los ulcerosos estos eventos fueron percibidos más negativamente, además de presentar también significativamente más trastornos de personalidad, sin que se determinara una personalidad típica (este estudio fue anterior a Denollet y Brutsaert, de 1997/8). Los pacientes con úlceras tuvieron menos parientes y amigos en quienes apoyarse en momentos de crisis y exhibieron mucho más distrés emocional en forma de depresión y ansiedad (ver Personalidad y enfermedad/Personalidad tipo D). Los autores concluyeron que el estudio demuestra una fuerte asociación entre los factores psicológicos, los eventos estresantes, y la enfermedad péptica.

En situaciones de estrés, las glándulas suprarrenales segregan hormonas que actúan en todo el organismo, entre las que destaca el cortisol, llamada la hormona del estrés; altos niveles de secreción, mantenidos durante meses o años, dañan nuestro cuerpo de diversas maneras, aparte de poder causar úlceras: por ejemplo, debilitan el sistema inmunológico, reducen la fertilidad, debilitan los huesos, producen la acumulación de grasa abdominal (en las mujeres, antes de la menopausia, la grasa se acumula normalmente en los muslos), aceleran el envejecimiento, pueden dar lugar a ciertos tipos de diabetes, producen pérdida de memoria, y pueden producir depresión.

Personalidad

En Psicoterapia, los trastornos gastrointestinales se observan asociados a trastornos de ansiedad y depresión. El estado afectivo más asociado a la úlcera péptica es la ansiedad.

En 1947 Wolf y Wolff estudiaron a un paciente con fístula gastroduodenal y descubrieron que la ansiedad extrema, el miedo y la depresión, tendían a disminuir la secreción y motilidad gástrica y producían palidez de la mucosa, mientras que la hostilidad y los sentimientos de ira y resentimiento, se asociaban a un aumento de la secreción y motilidad así como a una hiperemia (aumento de riego arterial de sangre por aumento de la actividad en la zona, que requiere mayor aporte de oxígeno y nutrientes) de la mucosa.

En 1956 Engel y col. estudiaron a una niña con fístula gastrointestinal viendo cómo la interacción personal aumentaba la actividad gástrica, y el distanciamiento la disminuia.

Factores de personalidad característicos de personas con úlcera péptica:

Neuroticismo

Tendencia a responder con ansiedad, a somatizar, a la fatigabilidad física y mental, baja tolerancia para el dolor (físico, o psicológico, como en las situaciones conflictivas o de frustración), lo que implica una relación muy estrecha con el estrés (se estresan con facilidad), y resistencia a cambiar hábitos desadaptativos.

Está determinado por factores genéticos y constitucionales, e implica una vulnerabilidad para desarrollar trastornos psicológicos: angustia, ansiedad, depresión, trastornos psicosomáticos, somatoformes, sexuales, etc.

Dependencia

Estas personas pueden tener intensos deseos de dependencia, que no expresan (y de los que pueden no ser conscientes), y, sin embargo, mostrarse ante los demás como autosuficientes y competitivos.

Según Alexander (1950), las personas predispuestas a desarrollar úlceras son dependientes, al menos inconscientemente, con sentimientos contínuos de frustración e insatisfacción, lo que produciría una actividad excesiva del nervio vago, que aumentaría la secreción de ácido gástrico, produciendo hiperemia de la mucosa, y facilitando la aparición de úlceras. La persona tiene el conflicto de desear ser independiente, pero, a la vez, tener necesidad de dependencia, lo que implicaría una fijación del desarrollo de la personalidad en la etapa oral. A nivel físico se expresaría en una digestión continuada del estómago, llevándolo a la disfunción, y más tarde a la úlcera.

Irascibilidad

Ira expresada o contenida (resentimiento).

Inhibición emocional

Las úlceras gástricas están relacionadas con una falta de expresión emocional, que implica un estrés continuo, con todos los problemas físicos y emocionales que conlleva. Dirigen la agresividad hacia sí mismos, con sentimientos de culpa y autocrítica.

Personalidad tipo D

Es la personalidad más asociada a la úlcera péptica (neuroticismo, percepción negativa de la realidad, débil apoyo social), pero factores que se encuentran en la C (inhibición emocional, dependencia) y A (irascibilidad) también están asociados a la misma. Ver Personalidad y enfermedad

El raro síndrome de Zollinger-Ellison (gastrinoma), con menos de 1 caso por millón de habitantes y año, produce úlceras en el estómago y duodeno porque los tumores que lo caracterizan (gastrinomas, situados en el páncreas o en el intestino delgado superior) producen niveles anormalmente altos de gastrina, que causan un exceso de ácido gástrico.


Tratamiento

El tratamiento médico se basa en 3 objetivos y en el uso de una combinación de fármacos:

Eliminación de la bacteria Helicobacter pylori

- Antibióticos (metronidazol, tetraciclina, claritromicina, amoxicilina). Se ha logrado eliminar también la bacteria con una sustancia llamada sulforafane. Los brotes germinados de brócoli, de 3 a 4 días, contienen dicha sustancia en altas dosis (también está presente en la coliflor y las coles de bruselas). Aún no se ha especificado la cantidad de brotes que habría que tomar para erradicar H. pylori, pero se sabe que, ademas de ser un potente anticancerígeno, puede eliminar la bacteria.

Reducción de la secreción de ácido gástrico (supresores del ácido gástrico)

- Bloqueadores H2 de los ácidos (bloquean el efecto de la histamina): cimetidina, ranitidina, famotidina o nizatidina.

- Inhibidores de la bomba de protones (interrumpen el mecanismo que bombea ácido hacia el estómago): omeprazol, lansoprazol, esomeprazol.

Protección del revestimiento gastrointestinal

- Sucralfato o subsalicilato de bismuto (crema de bismuto): ayudan a recubrir la úlcera permitiendo su cicatrización. El bismuto también destruye H. pylori.

La llamada terapia triple se considera la forma más eficaz de atajar el problema físico: exige tomar, durante dos semanas, 2 antibióticos + (1 supresor, o 1 protector). En esta terapia hay que tomar bastantes pastillas al día. Los antibióticos que se usan pueden causar efectos secundarios como náuseas, vómitos, diarrea, heces de color oscuro, sabor metálico, mareos, dolores de cabeza e infecciones por levaduras en las mujeres.

La intervención quirúrgica a veces es necesaria para úlceras que no cicatrizan, o para complicaciones graves como la perforación, hemorragia interna u obstrucción, que no responden a otro tipo de tratamiento.

Los ansiolíticos y antidepresivos, en la medida en que se centran sólo en los síntomas emocionales, y no en el sentido de los mismos, además de alterar todo el organismo y provocar efectos secundarios, no son una solución estable de un problema de ulceración.

El único tratamiento sólido y estable, a largo plazo, es un proceso psicoterapeútico positivo, ya se trate de Terapia Online o Presencial, en el que se esclarezcan los factores mentales asociados a la disfunción gastrointestinal. Hay estudios que demuestran que el resultado de recibir tratamiento médico + psicoterapia es equivalente, a corto plazo, a recibir sólo medicamentos, pero a largo plazo se dan menos recurrencias. Se ha utilizado también el biofeedbak, y la relajación es siempre beneficiosa.


La úlcera péptica es una de las enfermedades gastrointestinales más frecuentes en los países desarrollados. Tiene una prevalencia aproximada, a lo largo de la vida, del 10%, predominando en el varón (la tendencia es a igualarse).

En España, la prevalencia de úlcera activa es del 1%, lo que significa que, en cualquier momento, unos 460000 españoles tienen una úlcera péptica.

La úlcera duodenal se presenta entorno a los 45 años y la úlcera gástrica tiene su pico de incidencia entre los 55 y los 65 años.


Apendicitis
(apendicitis aguda)

La apendicitis aguda es la inflamación del apéndice, que se inicia de forma repentina, en un estado normal de salud y se resuelve en poco tiempo ("agudo" significa en medicina "repentino y de corta duración").


Apéndice
(apéndice vermiforme, apéndice cecal)

Es un órgano tubular sin salida, y aspecto de gusano, insertado en la parte inferior del ciego, de unos 9 cm de longitud y unos 6 mm de diámetro. Está a la derecha y hacia abajo del ombligo, en la zona inferior derecha del abdomen, cerca de la ingle, en la fosa ilíaca derecha, o región inguinal derecha (“Fosa Ilíaca” es el nombre con el que en la Edad Media se describe una enfermedad mortal caracterizada por una tumoración grande conteniendo pus...).

Hasta hace poco, el apéndice era considerado un órgano vestigial inútil, semejante a las muelas del juicio o los dedos meñiques de los pies. El desconocimiento médico y social de su función, y el peligro, incluso letal, que puede suponer su inflamación (en casos sin tratamiento, el índice de mortalidad es elevado, principalmente debido a complicaciones como la peritonitis y el choque séptico, ambas infecciones graves), han llevado a extirpar sistemáticamente los apéndices, sin muchos remilgos.

Hay motivos científicos para que ésta práctica remita, y no se considere tan inocua, desde que un grupo de cirujanos e inmunólogos estadounidenses, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Duke (Durham, Carolina del Norte), publicara una investigación que atribuye al apéndice la función de producir y proteger bacterias beneficiosas que habitan en nuestros intestinos (Randal Bollinger, Andrew Barbas, Errol Bush, Shu Lin y William Parker, Journal of Theoretical Biology 7/09/2007). Su ubicación, fuera del flujo unidireccional de alimentos y bacterias en el intestino grueso, apoyaría esta teoría.

El organismo contiene más bacterias que células humanas. La mayoría ayudan a digerir los alimentos. Si la flora bacteriana intestinal muere o es expulsada, por enfermedades como el cólera o la disentería, las bacterias útiles intestinales podrían ser regeneradas por el apéndice. Es por razón del tipo de enfermedades que tendrían que darse, para darle sentido a la función del apéndice (más propias de otras épocas, y poco frecuentes en paises desarrollados), que estos mismos investigadores indican que actualmente el apéndice no tiene razón de ser en los países desarrollados, pero sí en paises donde estas enfermedades son más frecuentes y no son tratadas adecuadamente por la carencia de medios. No obstante, Parker indica que, de todos modos, si se inflama es recomendable extirparlo, como mal menor.

Es interesante el hecho de que la incidencia de apendicitis es mucho menor en países en vías de desarrollo, sobre todo en algunas partes de África y en los grupos de menor nivel socioeconómico. También el hecho de que, a pesar de la aparición de nuevas y mejoradas técnicas de diagnóstico, la apendicitis se diagnostica erróneamente en un 20% de los casos (y aún más si se trata de mujeres en edad fértil), el mismo porcentaje que el de las apendicectomías negativas (extracción de apéndices normales...): o sea que, en la práctica médica, lo que determina la extirpación del apéndice es el diagnóstico, no el estado del órgano (por la curiosa razón de evitar una posible confusión, en un diagnóstico futuro, debido a la cicatriz... (ya saben, todo por el bien del "paciente", que es sinónimo de "resignado, sufrido y enfermo", y tiene un significado cercano a "pasivo").

Es evidente, después de la investigación estadounidense, que no es nada claro que sea algo superfluo eliminar el apéndice, puesto que cabe la posibilidad de que influya en nuestra calidad de vida o en la aparición de determinadas enfermedades en un futuro.


Síntomas

La siguiente es la secuencia temporal típica de síntomas de apendicitis (el orden es importante para el diagnóstico):

1) Vaga sensación de “indigestión”

Puede preceder en varios días al comienzo del dolor.

2) Falta de apetito

El organismo evita el uso del sistema digestivo para centrarse en el apéndice enfermo.

3) Dolor abdominal periumbilical (alrededor del ombligo)

Es una “punzada constante y dolorosa”, de intensidad progresiva pero moderada, de carácter poco preciso y que persiste entre 1 y 4 horas (tiempo durante el cual se desplaza a la fosa ilíaca derecha).

Es producido por la distensión del apéndice.

4) Náuseas, y vómitos (ocasional)

5) Dolor en la fosa ilíaca derecha (cuadrante inferior derecho del abdomen)

Tras varias horas, alrededor del Punto de McBurney (a 2/3 de la distancia entre el ombligo y la parte superior del hueso pélvico derecho - cresta ilíaca -, a 3 dedos del hueso pélvico).

Es una “sensación de distensión o desgarro”, constante y de intensidad media (más fuerte que 3), que se acentúa al caminar, y al toser (signo de Dunphy), y mejora al flexionar la cadera (ya que relaja el músculo psoas sobre el que se apoya el ciego y el apéndice), por lo que el paciente tiende a quedarse quieto, adoptando una posición de semiflexión, tratando de no realizar movimientos que acentúen el dolor.

Otros síntomas posibles

Estreñimiento, retención de gases, disuria (micción dolorosa - sensación de quemazón - e incompleta de la orina, cuando el apéndice se encuentra cerca de la vejiga y la irrita), taquicardia, febrícula (fiebre ligera, entre 37 y 38 grados) o fiebre (ocasional), escalofríos (sensación de frío con estremecimiento del cuerpo) y diarrea.

Las variaciones de los síntomas son generalmente debidas a una localización anatómica inusual del apéndice (que adopta una variedad de posiciones respecto al ciego y la cavidad abdominal) o la presencia de otra enfermedad.

Se acepta generalmente que la secuencia de síntomas anteriores (1-5) es seguida (si no se extirpa el apéndice) por otra cadena de síntomas, que denotan complicaciones más graves:

6) Disminución breve del dolor (la persona puede sentirse mejor)

Indica la perforación del apéndice y la formación de un absceso (acumulación localizada de pus).

7) Dolor difuso intenso, con fiebre alta (la persona se siente más enferma)

Indica peritonitis (infección e inflamación del revestimiento de la cavidad abdominal).

8) Hipotensión arterial, fiebre (o temperatura muy baja), taquicardia y taquipnea (frecuencia respiratoria acelerada)

Indica choque séptico (shock séptico), un estado anormal grave del organismo, debido a una infección grave, que puede causar un fallo múltiorgánico y la muerte.

Se piensa que sólo raramente una apendicitis aguda se recupera espontáneamente, sin derivar hacia las complicaciones más graves, idea que es normal que se mantenga puesto que en la práctica no ha lugar (tanto para médicos como para enfermos) comprobar que ésto no sea así.

Debido a su imprevisibilidad, los astronautas enviados al espacio son sometidos a una apendicectomía profiláctica, que tiene el mismo sentido en otras actividades que implican aislamiento, como el caso de los marineros.


Diagnóstico

Se basa en los síntomas, y en lo que se describe a continuación: varios signos (valoraciones médicas), y la confirmación por el hemograma (análisis de sangre).

Migración del dolor (síntomas 3-5)

Es un importante signo de apendicitis, e indica la formación de exudado (líquido que se forma en la inflamación aguda, por ej., pus) alrededor del apéndice.

Es el signo más específico (95%) y predictivo (84%) de apendicitis.

Defensa muscular voluntaria

Es una contracción muscular voluntaria del paciente con la que trata de evitar el dolor que le causa la presión de la mano del médico hacia la profundidad del abdomen. Si existe ya una perforación del apéndice con peritonitis local o difusa, la contractura muscular no es voluntaria sino producto de un reflejo que el paciente no controla (contractura muscular refleja).

Signo de rebote (signo de Blumberg)

Dolor vivo en el cuadrante inferior derecho (que aumenta el que ya hay) tras la retirada brusca de una presión leve sobre el mismo. Si hay peritonitis, tocar el área del vientre puede causar un espasmo muscular.

En los casos en que el apéndice se sitúa detrás del ciego, la presión profunda del cuadrante inferior derecho puede no mostrar dolor (apéndice silente). Ello se debe a que el ciego, por estar distendido con gases, impide que la presión del examinador llegue por completo al apéndice.

Hemograma

El dato confirmatorio de apendicitis es una leucocitosis (cifra de leucocitos o glóbulos blancos por encima de 10000/mm³) y un porcentaje de leucocitos neutrófilos superior al 70%. La ausencia de leucocitosis y neutrofilia excluye la apendicitis en el 90% de los casos.

Los leucocitos defienden el organismo de sustancias extrañas o agentes infecciosos (antígenos), por lo que su proliferación indica una infección aguda y confirma el diagnóstico de apendicitis.

En algunos casos, se pueden necesitar exámenes adicionales:

Análisis de orina (para descartar una infección urinaria), radiografía de abdomen (que puede demostrar fecalito), ecografía (permite el diagnóstico en niños y gestantes por la ausencia de radiación, descarta problemas pélvicos en mujeres y puede demostrar un apéndice agrandado y la presencia de absceso, pero el apéndice no siempre es visible), tomografía axial computarizada (TAC, si la ecografía no es concluyente) y laparoscopia (la prueba diagnóstica más directa, a la vez que técnica quirúrgica, y que consiste en introducir en el abdomen un pequeño telescopio acoplado a una micro cámara que transmite imágenes a un monitor de televisión).

Las pruebas de laboratorio y las técnicas de imagen pueden reducir el número de hospitalizaciones erróneas (50%) y la frecuencia de apendicectomías negativas, pero retrasan la posible cirugía, lo que implica un riesgo de perforación en el caso de apendicitis evolucionadas, con lo cual queda a criterio médico reforzar más o menos el diagnóstico.

Los medicamentos analgésicos (que calman o eliminan el dolor), al embotar las respuestas corporales, pueden suponer un peligro, al entorpecer y retrasar el diagnóstico


Apendicectomía

Es la extirpación del apéndice, que se realiza bajo anestesia general, mediante una incisión en el Punto de Mc Burney. Puede realizarse de dos formas:

Técnica abierta: mediante una incisión de 3-5 cm

Laparoscopia: que requiere una mínima incisión abdominal (0,5-1 cm), reduce el tiempo de hospitalización y minimiza las infecciones postoperatorias (del peritoneo y de la herida). Sin embargo, debido a la alta frecuencia de apendicitis que se presenta en los hospitales, la sencillez de la técnica abierta, el conocimiento que requiere ésta técnica, y la falta de disposición de éstos equipos quirúrgicos para los cirujanos de emergencia, no se ha generalizado su uso.

La cirugía de la apendicitis aguda complicada requiere, además de la extracción del apéndice, una limpieza del contenido de pus y restos fecales que exista en el abdomen. La herida, en éste caso, puede llegar hasta 12 cm. o más.

El tiempo de hospitalización para una apendicitis simple es generalmente corto, algo como 2-3 días, y la recuperación tarda entre 10 y 28 días. Su principal problema es la morbilidad postquirúrgica (18%).


Causas


Obstrucción de la luz del apéndice
(canal apendicular)

Es el correlato físico directo asociado al inicio de una apendicitis, que puede ocurrir por diversas causas:

- Habitualmente producida por un fecalito (resto de materia fecal endurecida) que se impacta en el orificio que la comunica con el ciego. En el 65% de las apendicitis agudas operadas se encuentran fecalitos.

- Cuerpos extraños o residuos alimenticios (huesos, espinas de pescado, pipas de fruta, etc.). Se da en aproximadamente el 30% de casos.

- Hinchazón de sus paredes linfoides provocada por infección debida a bacterias que provienen del intestino mismo o llegan al apéndice a través de la sangre (semejante a la amigdalitis).

- Las infecciones por parásitos (gusanos) intestinales pueden también ocluir la luz del apéndice, con el aumento progresivo de la presión intraapendicular debida a la producción de mucosidad.

- Rara vez ocurre obstrucción del apéndice por razón de un tumor.

Una vez producida la obstrucción, en el espacio ciego proliferan bacterias intestinales que producen pus de manera progresiva, hasta que la presión dentro del apéndice aumenta de tal manera que una de sus paredes se debilita y se perfora, permitiendo que el liquido purulento (pus) y el contenido intestinal (heces fecales) salga hacia la cavidad abdominal, produciendo una peritonitis.

Alimentación

Una dieta baja en fibra, que suele ir asociada a dietas centradas en carne y pescado (lo que supone también la posible ingestión de trozos de hueso o espinas de pescado, por ej.), produce estreñimiento, al dificultar el tránsito intestinal, que conlleva una prolongada retención fecal en el colon derecho. Tanto el estreñimiento (o un lento tránsito intestinal) como la ingestión de cuerpos extraños o residuos alimenticios, hacen más probable desarrollar una apendicitis.

Estrés

Martin Rush, en su magnífico libro “Descifra los mensajes del cuerpo”, 1995, afirma, de forma contundente (y apoyado en su amplia experiencia como psicoterapeuta), que siempre a una apendicitis se acompaña un suceso de mucho estrés. Sin embargo, los estudios que han relacionado la ocurrencia de apendicitis con situaciones estándar de estrés, como las de la escala de Holmes y Rahe, han obtenido correlaciones discretas (25-40%). La razón sería que muchas situaciones personales, sin gravedad reconocida para figurar en una tabla normalizada, pueden ser una intensa fuente de estrés para una persona determinada.

Valorado de ésta manera el estrés, la correlación con la apendicitis podría ser perfecta, representando ésta una forma de somatización de un estrés intenso no expresado en su aspecto emocional (verbalmente, o de forma no verbal como gritar, llorar o suspirar).

Desde éste punto de vista, resulta comprensible cómo una niña, acostumbrada a ser el centro de atención, desarrolla una apendicitis durante una fiesta donde deja de serlo, cómo se da en un niño que intuye que su padre sale de viaje porque se va a separar de la madre, o cómo se produce en una joven, con mucho éxito con los chicos, cuando vive el primer rechazo o muestra de antipatía (ver El Estrés).


La prevalencia de apendicitis en la población general es del 7% y es la afección quirúrgica más frecuente en las emergencias de los hospitales en los países occidentales.

Puede presentarse a cualquier edad, aunque es más frecuente entre los 7 y los 30 años, y rara antes de los 2 años. Es la enfermedad quirúrgica más frecuente en la infancia. Suele ser más grave en bebés y ancianos (por la dificultad para un diagnóstico temprano y el tiempo y forma de evolución). Afecta por igual a los dos sexos.


Síndrome del intestino irritable
(colon irritable, colitis nerviosa, neurosis intestinal)

El SII (un síndrome es una agrupación de síntomas) es un trastorno funcional (no hay una patología orgánica o química que explique los síntomas, por lo que no se considera una “enfermedad”), considerado generalmente crónico (con remisiones y recaídas), estable (no empeora con el paso del tiempo), muy frecuente, del sistema digestivo (puede afectar a cualquiera de sus partes, incluido el esófago), que afecta a su sensibilidad y motilidad, siendo el lugar más común el colon, generalmente con una sintomatología diurna (suele respetar el sueño) y de intensidad moderada (que explica que la mayoría de los afectados no busquen ayuda profesional).

Se llama “irritable” porque las terminaciones nerviosas del intestino son hipersensitivas (el umbral del dolor es más bajo) y los nervios que controlan los músculos del intestino (la musculatura lisa de sus paredes) son hiperactivos, lo que produce una actividad muscular desorganizada e irregular, que interfiere el natural movimiento peristáltico (enlenteciéndolo, en el estreñimiento, o acelerándolo, en la diarrea), y, por tanto, la movilización correcta de los alimentos y del material de desecho. A pesar de que se puede producir una acumulación de toxinas y mucosidades, que incluso pueden obstruir el intestino, el SII no parece aumentar el riesgo de cáncer gastrointestinal.

Hay recientes evidencias de alteración en la regulación serotoninérgica (en el SII con estreñimiento predominante, la liberación de serotonina en el plasma está reducida), de sobrecrecimiento bacteriano en el intestino, y, en algunos casos, de un ligero componente inflamatorio o preinflamatorio.

En cambio, una colitis es una inflamación aguda (repentina y de corta duración) o crónica de la mucosa del colon, que abarca una gran variedad de enfermedades (desde formas leves autolimitadas - que curan sin tratamiento -, hasta colitis tóxicas que pueden tener un curso fulminante), con una causa conocida que la provoca.


Síntomas

Dolor abdominal

Es un dolor agudo - repentino y de corta duración, normalmente menos de 2 horas - (cólicos), con picos de dolor intenso y opresivo (sensación de retorcimiento del intestino) producidos por espasmos (contracciones involuntarias) del diafragma (retortijones). Puede ser difuso o localizado, con más frecuencia en el hemiabdomen inferior e hipocondrio izquierdo (por debajo de la última costilla izquierda), no suele ser de gran intensidad, y suele respetar el sueño.

Su inicio suele estar asociado a la ingesta de algún alimento, a deseos de evacuar o a cambios en la frecuencia o consistencia de las deposiciones, y es característico que se alivie o desaparezca tras una defecación.

El dolor abdominal se presenta en el 95% de los casos. En las mujeres se exacerba con la menstruación (las alteraciones hormonales influyen en el SII).

Hábito intestinal alterado

En cerca del 90% de los casos, y que es la base para la clasificación del SII.

Distensión abdominal (hinchazón)

Producida por gases (flatulencia o meteorismo), sin inflamación intestinal, en el 70-85% de los casos. Puede llegar a ser muy llamativa: la persona se levanta sin distensión abdominal y ésta aumenta a lo largo del día.y ésta aumenta a lo largo del día.

Evacuación incompleta (o sensación) o urgencia intestinal (necesidad de ir rápidamente al cuarto de baño) e incontinencia (si el cuarto de baño no está cerca)

Alteraciones en la consistencia de las heces (duras o blandas) y presencia de mucosidad

Otros síntomas

Indigestiones, ardor o quemazón en el esófago (pirosis, ver Úlcera péptica), náuseas y vómitos, pérdida del apetito o saciedad precoz tras la ingesta (todos síntomas frecuentes), malestar general, en especial en las primeras horas del día, cansancio, dolor de cabeza, dolores musculares (en las extremidades), molestias al orinar, alteraciones del sueño, irritabilidad, nerviosismo, tristeza.

Patologías asociadas son: Fatiga crónica, Fibromialgia, Trastornos de angustia o ansiedad, Depresión.


Clasificación

1. SII-C, si predominan los episodios de estreñimiento - constipation en inglés - (Al menos 1 de ACE y ninguno de BDF, o por lo menos 2 de ACE y uno de BDF)*: 37% de los casos, siendo más frecuente en mujeres y el más habitual en ellas.

2. SII-D, si predominan los episodios de diarrea (Al menos 1 de BDF y ninguno de ACE, o por lo menos 2 de BDF y uno de A o E)*: 25% de los casos, repartiéndose de igual forma entre ambos sexos.

3. SII-A, si se alternan los episodios de estreñimiento y diarrea: 27% de los casos, siendo más frecuente en mujeres.

4. SII no tipificado si el hábito deposicional no es clasificable en 123: 11%

*(Según Síntomas de soporte de Criterios de Roma III, ver Diagnóstico)


Diagnóstico

Se basa en los síntomas (asimilables a los Criterios de Roma III) y en la exploración física (generalmente normal). Sin embargo, la presencia de algún síntoma o signo de alarma (o también la falta de mejoría tras un tratamiento de 4-6 semanas), obliga a realizar un diagnóstico por exclusión, realizando las pruebas necesarias para descartar alguna patología orgánica con síntomas similares al SII.

Criterios de Roma III

Presentados en la Semana de Enfermedades Digestivas norteamericana (DDW), del 20 al 25 de mayo de 2006, Los Angeles, California, y que se recogen, en forma condensada, en la revista Gastroenterology, vol. 20, nº 5, de mayo de 2006, así como en el libro “Roma III: Trastornos gastrointestinales funcionales”, Fundación Roma, 2006.

Criterio básico (esencial)

Dolor o malestar (sensación incómoda, molestia) abdominal recurrente, por lo menos 3 días cada mes en los últimos 3 meses, con inicio de las molestias al menos 6 meses antes del diagnóstico, y con al menos 2 de las 3 características siguientes:

1. Mejoría con la defecación

2. Inicio asociado con un cambio en la frecuencia de las deposiciones

3. Inicio asociado con un cambio en la forma (apariencia) de las heces

Síntomas de soporte (refuerzan el diagnóstico, y uno o dos de ellos suele/n estar presente/s)

A. ≤ 3 deposiciones por semana (estreñimiento)

B. ≥ 3 deposiciones por día (diarrea)

C. Heces duras o gruesas

D. Heces blandas o acuosas

E. Defecación con esfuerzo

F. Urgencia para evacuar

G. Sensación de evacuación incompleta

H. Mucosidad en las heces (material blanco)

I. Hinchazón o sensación de distensión abdominal

Referencia de frecuencia según los Criterios de Roma II: desde C hasta H >1/4 de las deposiciones; I >1/4 de los días

Exploración física (signos más frecuentes)

Palpación abdominal

Puede producirse dolor a la presión (generalmente leve), especialmente en el cuadrante inferior izquierdo, asociado, a veces, a la palpación de un colon duro y contraido (cuerda cólica); también puede percibirse un ruido áspero anormal (gorgoteo o bazuqueo) al auscultar la zona de la fosa ilíaca derecha.

Tacto rectal

Puede producirse dolor al introducir el dedo, o al presionar la mucosa rectal, y la ampolla rectal puede contener heces duras, o estar vacía.

Exploración pélvica

En las mujeres, para descartar endometriosis (crecimiento de tejido endometrial - tumores, generalmente benignos - fuera del útero; el endometrio es la mucosa que cubre el interior del útero), cuyo sangrado, en cada menstruación, produce inflamación y tejidos cicatriciales o fibrosis, que luego producirán obstrucción intestinal, sangrado digestivo y trastornos miccionales, debido a que la sangre no puede salir fuera del cuerpo por la normal via vaginal.

Síntomas y signos de alarma

- Inicio de los síntomas después de los 50 años

- Uso reciente de antibióticos

- Fiebre

- Debilidad física y psíquica (astenia), que pudiera indicar anemia

- Síntomas nocturnos o dolor nocturno frecuente

- Estreñimiento o diarrea persistente, que no remite

- Heces muy voluminosas con signos de esteatorrea (amarillentas, aceitosas, malolientes y que flotan en el agua, que indican una cantidad anormal de grasa, típicamente presentes en la enfermedad celíaca)

- Sangrado rectal o sangre en las heces (rectorragia) no atribuible a lesiones locales (hemorroides o fisuras anales)

- Pérdida de peso significativa (>5% durante el año precedente) en ausencia de depresión

- Evolución clínica progresiva

- Aparición de nuevos síntomas tras un período de tiempo prolongado de remisión clínica

- Historia familiar de cáncer digestivo, poliposis gastrointestinal, enfermedad inflamatoria intestinal (enfermedad de Crohn, colitis ulcerosa y colitis indeterminada) o enfermedad celíaca

- Anomalías en la exploración física

Pruebas para descartar patología orgánica (diagnóstico por exclusión)

Hemograma

Para excluir anemia (cifra de eritrocitos, hematíes o glóbulos rojos por debajo de 4 millones/mm³ en mujeres y de 4,5 millones/mm³ en hombres) o leucocitosis (cifra de leucocitos o glóbulos blancos por encima de 10000/mm³).

Velocidad de sedimentación globular (VSG)

Para descartar procesos inflamatorios, infecciosos o neoplásicos - tumores - (es un marcador inespecífico, que no indica en qué lugar del organismo existe el problema, ni la enfermedad concreta de que se trata).

Proteína C reactiva (PCR)

Es una proteína plasmática, producida por el hígado y los adipocitos (células adiposas que forman el tejido graso), que aumenta durante los procesos inflamatorios (es un marcador de inflamación, inespecífico en cuanto a causa).

Prueba de la transglutaminasa tisular (tTG)

La tTG es una enzima que, en la enfermedad celíaca (celiaquía, alergia alimentaria de efecto retardado), actúa como autoantígeno (como si fuese una sustancia extraña al organismo, capaz de provocar anticuerpos anti-tTG).

Al ser expuesta al gluten (proteína presente en el trigo, espelta, cebada, centeno y avena), la tTG lo modifica, y el sistema inmune reacciona en contra del intestino delgado, inflamando y dañando (acortando) progresivamente las vellosidades de la mucosa intestinal (raíces microscópicas que cuelgan en el interior del intestino), cuyo papel en la absorción es similar al que realizan las raíces de los árboles. Cuando la longitud del vello se acorta, la absorción se reduce y la nutrición de la persona queda comprometida.

Perfil bioquímico

Glucosa: se mide la cantidad de glucosa - azúcar - en una muestra de sangre u orina, y sirve para descartar diabetes.

Aprovecho para comentarles que la prueba de tolerancia a la glucosa, que se realiza rutinariamente en el sistema sanitario oficial, como parte del “control del embarazo”, es del todo desaconsejable para las mujeres embarazadas, porque supone una agresión enorme a la unidad madre-feto, que aumenta la probabilidad de que el hijo sea diabético en el futuro...

Creatinina: para descartar enfermedad del riñon.

Iones: en un análisis bioquímico se pueden medir todos (son 22), pero son especialmente importantes los niveles de sodio, potasio, calcio, magnesio y fósforo.

Pruebas de función hepática

Es un conjunto de pruebas de sangre destinadas a determinar el estado general del hígado y del sistema biliar.

Prueba de TSH (tirotropina, u hormona estimulante de la tiroides)

Permite descartar hiper/hipo tiroidismo.

Análisis de heces

Para descartar parásitos y huevos, sangre oculta, esteatorrea e inflamación (especialmente en SII-D).

Prueba de Hidrógeno en el aliento (o de Hidrógeno y Metano)

Para determinar intolerancia a los carbohidratos. Las intolerancias alimentarias son trastornos metabólicos que implican sensibilidad a un alimento, y que no involucran la activación de mecanismos inmunológicos (como sucede en las alergias).

Lactosa

Si se sospecha una deficiencia en lactasa (enzima necesaria para digerir el azúcar de los productos lácteos), cosa, por lo demás, del todo normal, porque la leche animal no es un alimento adecuado para el ser humano (ver Mitos alimentarios/Leche, calcio y vitamina D), que produce trastornos similares a los del SII, se puede descartar esta posibilidad eliminando de la dieta todos los productos lácteos durante 2 días, para ingerir a continuación 2 ó 3 vasos de leche: si antes de media hora se produce dolor de estómago o diarrea, hay una intolerancia a la lactosa.

La Prueba de Hidrógeno en el aliento es la alternativa diagnóstica más empleada, que consiste en ingerir un líquido con lactosa, e investigar a continuación la presencia de hidrógeno en el aire exhalado, que sólo está presente si la lactosa ha fermentado.

Fructosa y sorbitol

Ambas intolerancias de diagnostican mediante la prueba de Hidrógeno y Metano espirado, con fructosa o sorbitol como substrato. Ver más adelante, Alimentos perjudiciales/Carbohidratos, para los alimentos con lactosa, fructosa y sorbitol

Enema opaco

Introducción por vía rectal de un agente de contraste radiopaco (que no permite el paso de los Rayos X o de otra energía radiante; los huesos son relativamente radiopacos, por lo que aparecen como áreas blancas en una placa de rayos X), generalmente papilla de sulfato de bario (enema opaco simple; si además se introduce aire, que aumenta la definición de la imagen, se llama enema opaco de doble contraste), que permite tomar radiografías del intestino grueso, al resaltarse el contorno de su pared interna, y así determinar si existe una patología orgánica que deforme el órgano (estenosis - estrechamientos -, obstrucción intestinal, inflamación, tumores, fístulas, etc.).

En una prueba muy reveladora para el diagnóstico de la enfermedad de Crohn.

Gammmagrafía

Se basa en la imagen que producen las radiaciones generadas tras la inyección o inhalación en el organismo de sustancias (radiotrazadores o radiofármacos) que contienen isótopos radiactivos emisores de rayos gamma. La captación diferencial de dichas sustancias por las distintas células o tejidos permite distinguir zonas de diferente perfusíón o captación.

Dado que se inyecta (o inhala) una mínima cantidad de trazador, las gammagrafías son imágenes de muy baja resolución, por lo que la información anatómica que proporcionan no suele ser muy buena, sin embargo son excelentes para obtener imágenes de tipo funcional (por ejemplo, marcar un tipo de moléculas o células determinadas y mirar como se distribuyen por el cuerpo para observar si el funcionamiento del metabolismo es correcto). La emisión radiactiva es captada y procesada por un aparato detector (gammacámara), cuyos datos sirven posteriormente para formar una imagen tridimensional mediante tratamiento informático.

La gammagrafía con leucocitos marcados es la prueba de elección para determinar la extensión y gravedad de la enfermedad de Crohn.

Ecografía abdominal

Una ecografía es la transducción a imagen visual del eco generado por la reflexión de ondas de ultrasonidos).

Endoscopia digestiva

Una endoscopia es la recepción de imágenes a través de un endoscopio (instrumento que incorpora un tubo flexible, una microcámara en su extremo, y luz), prueba que permite también tomar muestras de la mucosa intestinal (con un accesorio del endoscopio) para hacer una biopsia.

La endoscopia digestiva baja (rectocolonoscopia) permite acceder al intestino grueso e íleon terminal. La cápsula endoscópica es un dispositivo en forma de píldora, que se deglute, de 26 x 11 mm, con una microcámara que realiza 2 fotografías cada segundo, y que permite explorar el intestino delgado. La endoscopia digestiva alta permite acceder al esófago, estómago y duodeno.

La fibrocolonoscopia (sigmoidoscopia, examen del colon sigmoideo, o colonoscopia, examen de todo el colon) con biopsia de la mucosa permite diagnosticar casi todos los casos de colitis ulcerosa, y descartar cáncer.

La endoscopia digestiva alta, con biopsia del duodeno (que mostrará aplanamiento de las vellosidades) es la prueba determinante para el diagnóstico de la enfermedad celíaca, siendo orientativos los demás análisis y estudios.

Tomografía axial computarizada (TAC, escáner)

Es la obtención de imágenes sucesivas de cortes axiales (perpendiculares), por medio de la integración, a través del ordenador, de imágenes de radiación no absorbida por el cuerpo, emitida por haces de rayos X desde diferentes ángulos, rotando alrededor del cuerpo, y a lo largo del cuerpo (o parte de él). Los equipos modernos permiten también hacer reconstrucciones tridimensionales.

La TAC tiene una precisión del 98% para diagnosticar diverticulitis (inflamación en la pared intestinal, formando bolsas - divertículos - en forma de dedos pulgares que se forman en áreas debilitadas y que sobresalen del revestimiento intestinal). A medida que se envejece aumentan las probabilidades de que aparezcan divertículos.

Es una prueba rápida de realizar, que ofrece una gran nitidez de imágenes, pero que implica una agresión importante al cuerpo, que habría que considerar siempre: por ejemplo, en una TAC abdominal se puede recibir la radiación de más de 50 radiografías de tórax, el equivalente de una radiación natural de más de cinco años...


Causas
(factores predisponentes, coadyuvantes y causales)


Herencia

Según Yuri Saito, Gloria Petersen, Richard Locke y Nicholas Talley, de la Fundación y Clínica Mayo, de Rochester (Minnesota, EE.UU.), los estudios publicados hasta la fecha sugieren una cierta predisposición genética al SII, aunque los estudios en gemelos indican una contribución relativamente modesta respecto al factor ambiental (Clinical Gastroenterology and Hepatology, nov. 2005). De hecho, un estudio británico reciente, con SII diagnosticado según los criterios de Roma II, indicó una influencia genética del 0%, ya que las tasas de concordancia fueron 28% y 29%, respectivamente, para los gemelos monocigóticos y dicigóticos.

Gastroenteritis

Alrededor del 25% de personas con SII, asocia el inicio del trastorno con un episodio de gastroenteritis aguda infecciosa (SII postinfeccioso), especialmente la producida por campylobacter o shigella (el riesgo sería 10 veces mayor en estas infecciones que en el caso de salmonella).

La fuerza de esta asociación correlacional depende (además de la duración y gravedad de la propia gastroenteritis), de factores antecedentes más básicos: el grado de estrés y de trastornos psicológicos previos, o pertenecer al sexo femenino.

Según un estudio reciente con 620 pacientes de atención primaria diagnosticados de gastroenteritis por campylobacter, y sin antecedentes de SII o trastornos intestinales graves, aquellos que desarrollaron SII (49) tenían niveles significativamente más altos de estrés, ansiedad, somatización y creencias negativas (pesimistas) sobre las enfermedades, en el momento de la infección, que los que no desarrollaron SII, y las mujeres eran dos veces más propensas a desarrollar el trastorno. Además, estos pacientes no suelen prestar atención a los síntomas de la enfermedad hasta que ésta está avanzada y se ven forzados a reducir la actividad en su fase aguda (afrontamiento de todo o nada), lo que empeora la patología. En este estudio, la depresión y el perfeccionismo no se asociaron con la aparición del SII (Meagan J Spence y Rona Moss-Morris, de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad de Auckland, Nueva Zelanda, y de la Facultad de Psicología de la Universidad de Southampton, Reino Unido, revista Gut (26/02/2007).

Fármacos

El uso excesivo y prolongado de laxantes deteriora, tanto la flora bacteriana intestinal (también los antibióticos, antiácidos, corticoides y anticonceptivos), como las células nerviosas del colon, y, en la misma medida, la función natural del intestino (efecto también del uso regular de enemas). El hábito continuado va produciendo en el organismo tolerancia hacia el fármaco, que induce a aumentar la dosis para mantener el mismo efecto, con lo que aumentan los efectos secundarios (entre ellos los dolores intestinales), y el estreñimiento, a largo plazo, se ve agravado.

Lo que fue una superficial actitud (ausencia de comprensión psicosomática) frente a un síntoma psicosomático como el estreñimiento, encaminada a “eliminarlo”, producirá, con el tiempo, un agravamiento del problema, ya que el organismo se va deteriorando.

Son también causa de estreñimiento los antiácidos que contienen aluminio, antihistamínicos (fármacos que bloquean los receptores de la histamina - mediador químico que el cuerpo libera en las reacciones alérgicas -, reduciendo o eliminando sus efectos), diuréticos, hipolipemiantes (reducen la concentración de lípidos en la sangre: colesterol o triglicéridos) antihipertensivos, antianémicos, analgésicos que contienen morfina y codeína, espasmolíticos (reducen el dolor abdominal, aumentando el umbral del dolor: anticolinérgicos, y antidepresivos tricíclicos en dosis bajas - por ejemplo, amitriptilina, desipramina e imipramina -) y ansiolíticos. Ver Los Psicofármacos

Drogas sociales

El alcohol y el azúcar común - blanca, refinada, o sacarosa - (depresores), y el tabaco, café y té (estimulantes), producen acidez y son unos importantes irritantes de la mucosa intestinal. Ver Las Drogas sociales, donde justifico la inclusión del azúcar en este apartado.

Alimentación
(tipo de dieta diaria)

Cada persona suele digerir mal determinados alimentos: puede ser un cierto grado de intolerancia, o puede ser una alergia alimentaria. Es posible descartar sucesivamente grupos de alimentos de la dieta (por ejemplo, lácteos, alimentos con gluten, pescado, etc.) unos días y observar la respuesta corporal (anotar las comidas y las reacciones orgánicas puede ser útil), con idea de personalizar la dieta. Los siguientes alimentos son los que con mayor frecuencia resultan perjudiciales (irritan la mucosa intestinal, son difíciles de digerir, causan exceso de gas, existe una intolerancia hacia ellos, o producen una reacción alérgica), y desencadenan o empeoran los síntomas.

Irritantes

Productos lácteos (leche de vaca, queso, yogur, mantequilla), cítricos (limón, naranja, lima, pomelo, mandarina), cacao, chocolate, condimentos fuertes (chile, pimienta, mostaza), vinagre.

Habría que evitarlos especialmente si predomina la diarrea. La leche de vaca es un mal alimento... (ver Mitos alimentarios/Leche, calcio y vitamina D), es mucho mejor tomar leche vegetal (de soja, almendra, avellana, avena o arroz). Los yogures se toleran mucho mejor, y es especialmente bueno el kéfir (ver Suplementos dietéticos/Probióticos).

Grasas

Guisos con carne, tocino, manteca de cerdo, embutidos (chorizo, salchichón, salami, sobrasada, morcilla), foie gras (en francés “hígado graso”, es el hígado hipertrofiado de una oca, pato o ganso que ha sido sobrealimentado), jamón, pescados grasos (anguilas, arenques, caballa, sardinas en aceite, atún en conserva), frituras, comidas rápidas (pizzas, hamburguesas, perritos calientes, empanadas, sándwich, etc.), pasteles, bollería y helados.

Si le apena tener que dejar el “riquísimo jamoncito”, pueden consultar un monógrafico sobre cáncer de la revista Discovery Salud, de 2006, donde se informa que se han encontrado restos de bifenoles policlorados (PCBs, sustancias químicas industriales muy poco biodegradables que se utilizan en transformadores y condensadores eléctricos, tintas, pinturas, pesticidas y para líquidos aislantes y líquidos para controlar el polvo) en el jamón curado, en el pollo y en el queso, teniendo estas sustancias reconocidos efectos cancerígenos (al igual las dioxinas, que tienen una composición química parecida), aun en dosis bajas (además de alterar las funciones hormonal, cardíaca e inmune).

Por otro lado, en un estudio de la organización WWF/Adena (elmundo.es, Ciencia y ecología, de 21/09/2006), sobre la presencia de tóxicos en la alimentación, se analizaron 27 muestras de diferentes alimentos [productos lácteos (leche, queso y mantequilla), carne (salchichas, filetes, jamón, chuletas, panceta y pechugas de pollo), pescado (salmón ahumado, arenque y atún), pan, miel y aceite de oliva] adquiridos en supermercados de España, Reino Unido, Italia, Grecia, Suecia, Finlandia y Polonia, para buscar rastros de ocho distintos grupos de sustancias químicas sintéticas [plaguicidas organoclorados (OCP), bifenoles policlorados (PCBs), retardantes de llama bromados, sustancias perfluoradas (PFC), ftalatos, organotinas, alquilfenoles y almizcles artificiales]

Los resultados pusieron de manifiesto la presencia de sustancias químicas sintéticas potencialmente dañinas en todas las muestras analizadas: se detectaron ftalatos en el aceite de oliva, los quesos y las carnes, plaguicidas organoclorados (prohibidos ya desde hace años) en el pescado y en la carne de ciervo, almizcles artificiales y organotinas en el pescado y también retardantes de llama bromados en las carnes y los quesos. En las muestras provenientes de España (jamón curado y queso manchego), se encontraron huellas de algunos tipos de bifenoles policlorados (PCBs), de plaguicidas organoclorados (OCP), de retardantes de llama bromados y de ftalatos.

La exposición a largo plazo a estas sustancias químicas en bajas concentraciones, puede afectar sobre el feto en desarrollo, los bebés y los niños pequeños. Algunos de estos compuestos son similares a las hormonas, interfiriendo en el funcionamiento del sistema endocrino y pueden constituir un factor de riesgo para contraer enfermedades como la obesidad, diferentes tipos de cáncer y diabetes, así como la reducción de la fertilidad.

También se recomienda no comer jamón (ni leche no pasteurizada, productos lácteos de esta leche, quesos frescos o poco curados - Camembert, Brie, Roquefort -, carne, pescados y mariscos a medio cocer, pescados y mariscos ahumados - salmón, trucha, bacalao, atún, caballa -, embutidos - sobre todo cecina -, huevos crudos, frutas y verduras crudas consumidas sin lavar bien) a mujeres embarazadas (también niños, ancianos e inmunodeprimidos), ya que el embarazo se asocia a una depresión inmunológica, que aumenta, respecto a otros adultos sanos, 20 veces la probabilidad de contraer listeriosis (zoonosis infecciosa debida a la bacteria listeria monocytogenes): 1/3 de los casos de listeriosis ocurren durante el embarazo, y puede transmitirse al feto a través de la placenta (aún cuando la madre no presente signos de la enfermedad) o en el momento del parto. Es poco frecuente en humanos, pero extremadamente grave: puede provocar abortos, partos prematuros, parto de feto muerto, granulomatosis infantiséptica (formación de abscesos o granulomas diseminados en órganos internos como hígado, pulmón, bazo, riñón y cerebro; las manifestaciones sólo se producen cuando la infección se ha adquirido intraútero, a través de la placenta, y tiene muy mala evolución, con una mortalidad cercana al 100%), nacimiento de niños con bacteremia (presencia de bacterias en la sangre, que puede causar choque séptico), niños a término con graves secuelas, sobre todo neurológicas, meningitis y encefalitis, endocarditis, trastornos respiratorios. Aproximadamente la mitad de los bebés infectados a pretérmino o término morirán, y, en general, la mortalidad de adultos es del 30%.

Flatulentos (que producen gas)

Bebidas gaseosas (refrescos, tónicas, etc.), manzana, melón, sandía, ensaladas, cebolla, puerros, pepino, brócoli, coliflor, col (repollo), coles de Bruselas, alcachofa, habas, guisantes, garbanzos, alubias (judías secas), lentejas, soja, cereales, alimentos con gluten, salvado puro (que contiene fibra no soluble), maiz, frutos secos, edulcorantes (como el sorbitol), levaduras; todos ellos contienen gases, o lo generan al fermentar en el tracto digestivo (alimentos flatulentos). También la costumbre de mascar chicle contribuye a introducir más aire de lo normal en el intestino.

Intolerancias

Gluten: trigo, espelta, cebada, centeno y avena. Las galletas de arroz pueden ser un buen sustituto.

Carbohidratos: lactosa (azúcar presente en todas las leches de los mamíferos, y sus derivados), fructosa (azúcar presente en frutas como las peras, higos, uvas o ciruelas, en verduras como las cebollas, remolachas y achicoria, en el trigo, miel, en bebidas azucaradas, en el azúcar de caña, o en el azúcar común - junto con la glucosa -) y sorbitol (azúcar presente en frutas como las manzanas, peras, melocotones o ciruelas, y utilizado también como un endulzante artificial en muchos alimentos dietéticos, caramelos, dulces y chicles sin azúcar, aptos para diabéticos).

Alimentos alergénicos
(“los 8 grandes”)

Cacahuete (maní; es una legumbre, aunque se considere mundialmente como un “fruto seco”), frutos secos, huevo, leche de vaca (otra vez aparece este sospechoso alimento), mariscos crustáceos (camarones, langostinos, cangrejos, percebes, etc.), pescado, soja y trigo. Tan sólo estos 8 alimentos, más todos los derivados de ellos que conserven las proteínas alérgenas, son responsables de más del 90% de los casos de alergias alimentarias en todo el mundo. Los lactantes y niños son alérgicos principalmente a leche, huevo y maní y su incidencia a nivel mundial es de alrededor del 7% de la población. Los adultos son más alérgicos a los mariscos, soja, maní, frutos secos y pescado, siendo la incidencia de alrededor del 3% de la población.

El único tratamiento de los síntomas para una reacción alérgica es el suministro inmediato de antihistamínicos, mientras que el único método preventivo, tanto para las reacciones de hipersensibilidad inmediata (intolerancia), como para la enfermedad celíaca, es la exclusión estricta del alimento específico. Es por esto que la declaración en el rótulo de un alimento de los alérgenos presentes en él es de importancia crítica para las personas alérgicas ya que el hecho de que un alimento contenga un ingrediente alérgeno que no esté declarado en la lista de ingredientes en la etiqueta, puede llegar a determinar para ellas la diferencia entre la vida y la muerte.

Dentro de este contexto, en la Unión Europea desde 2005 y en los Estados Unidos desde 2006, así como en Japón, Australia, Nueva Zelanda y muchos otros países, se requiere a las empresas alimentarias la declaración obligatoria en el rótulo de los alimentos de los principales alérgenos (“los 8 grandes”), ya sea que estén presentes como ingredientes, ingredientes de ingredientes, aditivos, vehículos de aditivos o coadyuvantes de elaboración.


Las personas con SII son especialmente sensibles a las drogas sociales, irritantes, grasas, alimentos flatulentos y gluten (del trigo, cebada y centeno).


Estrés

El estrés afecta la motilidad intestinal y la percepción visceral. Más de la mitad de los pacientes con SII relacionan los episodios de exacerbación de sus síntomas con situaciones de estrés emocional.

Los abusos físicos (situaciones de abandono, maltrato) y sexuales (real, verbal o emocional), en la infancia, adolescencia o edad adulta, son muy frecuentes en la biografía de las personas con SII, situándose alrededor del 40%, hecho cuya importancia queda aún más resaltada si se tiene en cuenta que en el caso de los abusos sexuales en la infancia es frecuente la falta de recuerdo (Jennifer Freyd, en su libro “Abusos sexuales en la infancia”, La lógica del olvido, 1996). Ver Mecanismos de defensa/Represión

Personalidad

La mayoría de las personas con SII presenta algún trastorno psicológico (emocional) de base, destacando la Angustia (especialmente Trastorno de pánico) o la Ansiedad (especialmente Agorafobia y Trastorno obsesivo-compulsivo), que abarcarían, ambas, 1/3 de los casos, y la Depresión (especialmente Depresión mayor), con una presencia cercana a la proporción anterior (ver Afectividad).

Muchas personas con SII tienen, a la vez, síntomas extradigestivos, con lo que es frecuente también la asociación con Trastornos somatoformes, en los que existe una causa psicológica inconsciente de los síntomas físicos; los diagnósticos más frecuentes son el Trastorno por somatización, en el que existen síntomas somáticos recurrentes y múltiples (por ejemplo, dolor de espalda, dolor articular, palpitaciones o menstruación dolorosa) y el Trastorno de conversión (Neurosis histérica, tipo conversión), en el que se da una pérdida o perturbación de una función física (por ejemplo, ceguera, sordera, afonía, o descoordinación motora).

Congard, P. y Bonfils, S., en 1986, distinguen dos tipos básicos de personalidad: obsesivo-compulsiva (meticulosos, describen rigurosamente sus síntomas y tratamientos, y producen una actitud contratransferencial de rechazo; asociada a características como el orden, puntualidad, perfeccionismo, limpieza o rigidez) en un 60%, e histerofóbica (con necesidades de atención, que predomina en mujeres; asociada a características como la inestabilidad, inseguridad, inmadurez afectiva, e hiperdependencia, que conduce a la búsqueda permanente de cariño, comprensión y protección) en un 40%.

Los parientes en primer grado (padres e hijos) de una persona con SII presentan el trastorno en una proporción mayor al de la población general, lo que sugiere (junto a la influencia poco significativa de la herencia, la asociación a trastornos psicológicos, y las observaciones psicoterapeúticas acerca de la personalidad) una influencia del entorno familiar en la causación del síndrome, hecho coherente con la evidente influencia de la familia en la configuración general de la personalidad. Otro aspecto de esa influencia sería el “aprendizaje social” referente al afrontamiento de los síntomas gastrointestinales (los hijos de un padre o una madre que padezca el SII podrían ser influidos por la forma en que estos los enfrentan: por ejemplo, la medicalización).

Teniendo en cuenta todo lo anterior, hay que considerar el SII como un trastorno psicosomático, expresivo de una personalidad que revela vivencias estresantes no elaboradas, conflictos psicológicos no resueltos, y emociones no expresadas adecuadamente a lo largo del tiempo. O, si lo quieren más claro: la causa del SII es emocional.


Tratamiento

Si tenemos en cuenta que el efecto placebo (mejoría de los síntomas con una sustancia neutra, que el sujeto considera medicamento) se da en alrededor del 50% de las personas con SII, que es un porcentaje (“escandaloso”) cercano al producido por los medicamentos, y teniendo en cuenta los efectos secundarios que éstos conllevan (incluyendo la influencia que tienen en el hecho de desarrollar el SII mismo, tal como ya se expuso), harían bien en utilizar los fármacos lo menos posible. En el caso de usarlos, cuando la intensidad de los síntomas les presione a ello (en el caso de una diarrea persistente, por ejemplo, podría ser útil la loperamida; aunque, como pueden ver en Plantas medicinales/Antidiarreicos, también aquí hay muy buenas alternativas naturales), háganlo como algo excepcional, con idea de controlar el síntoma predominante, y durante un espacio corto de tiempo.

Respecto al uso de psicofármacos, les derivo al apartado Los Psicofármacos, que quizás les sorprenda, ya que la evidencia es que son inútiles, dañinos e innecesarios (vean también Plantas medicinales/Ansiolíticos y somníferos, y Plantas medicinales/Antidepresivos). Es importante que tengan en cuenta que los psicofármacos han de dejarse muy lentamente, ya que la interrupción brusca de su consumo continuado puede tener graves consecuencias, debido a que son drogas que producen una gran dependencia psicosomática. Pueden ver también Las Drogas sociales, donde encuentran la definición de droga.

Dieta básica

Carbohidratos complejos (De absorción lenta, ricos en almidón, producen una elevación más lenta y moderada de la glucosa en sangre)

Cereales integrales: cebada, centeno, avena (salvado de avena), mijo (muy energético, ideal para el desayuno, e indispensable en la dieta de personas celíacas, ya que reemplaza gran cantidad de los nutrientes de los alimentos con gluten), pan integral, arroz integral.

Trigo sarraceno (alforfón; se suele considerar un cereal, pero no lo es, porque pertenece a la familia de las poligonáceas, no a la de las gramíneas): es muy energético (71,3 g/100g) y nutritivo, es muy rico en el aminoácido lisina (escaso en las proteínas vegetales) y en otros aminoácidos esenciales (arginina, metionina, treonina y valina), no contiene gluten (ideal en dietas de celíacos).

Pastas integrales (alimentos preparados con una masa cuyo ingrediente básico es la harina de trigo, mezclada con agua, y a la cual se puede añadir sal, huevo u otros ingredientes): espaguetis, tallarines, macarrones, cuscús.

Verduras: patatas, chirivías (raíz que se emplea como hortaliza, muy relacionada con la zanahoria ), zanahoria.

Legumbres (en general)

Frutas: fresas, cerezas.

Hay que eludir especialmente los carbohidratos simples (de absorción rápida) refinados (azúcar común, dulces, bollería, golosinas, harina refinada, pan blanco, arroz blanco, bebidas gaseosas), ya que tienen poco valor nutritivo, muchas calorías, y generan una condición de hiperglucemia en la sangre. Para contrarrestar el exceso de glucosa, el organismo segrega insulina (hormona producida y segregada por las células beta de los islotes de Langerhans del páncreas, cuya insuficiencia causa diabetes, y su exceso hiperinsulinismo con hipoglucemia). Cubiertas las necesidades energéticas, una pequeña parte se almacena en el hígado y músculos como glucógeno (normalmente no más de 0,5% del peso del individuo), y el resto se transforma en grasas y se acumula en el organismo como tejido adiposo. Ver Plantas medicinales/Stevia, para sustitur con gran ventaja al azúcar

Fibra alimentaria hidrosoluble (aquella que se disuelve en el agua)

Cereales integrales: cebada, centeno, avena (salvado de avena), mijo, pan integral, arroz integral.

Trigo sarraceno

Verduras: brócoli, coles de Bruselas, pimiento, remolacha, alcachofa, patatas, pepino, espárrago, berenjena, zanahoria, borraja, verdolaga, calabaza, ajo, lechuga, yuca, espinaca, chayote, tomate, ensaladas.

Legumbres: guisantes, soja (por la cantidad y calidad de sus proteínas, es la legumbre más completa: favorece el tránsito intestinal, previene el cáncer de colon y de próstata, reduce el colesterol gracias a su aporte en lecitina e isoflavonas, regula la tasa de azúcar en la sangre, siendo aconsejada en diabéticos), judías verdes, alubias (judías secas), habas.

Frutas: fresas, frambuesas, zarzamora, cerezas, plátano, manzana, ciruela, pera, nectarina, higo, cítricos (limón, naranja, lima, pomelo, mandarina).

No se aconseja el salvado de trigo o la fibra de maiz, por su contenido en fibra insoluble.

Recomendaciones

Son recomendaciones generales ser comedido en la cantidad de comida, en su temperatura (tanto el frío como el calor excesivos son irritantes de la mucosa gástrica), comer despacio y masticar bien, acostarse sólo después de hacer la digestión (algo como 2 horas; norma que se puede soslayar perfectamente, si pensamos en la siesta, que es muy recomendable, adoptando una posición reclinada o medio sentado), comer más de 3 veces al día, comer en horarios fijos y no saltarse ninguna comida, beber 2 litros de agua diarios (sobre todo si predomina el estreñimiento), e intentar evacuar siempre a la misma hora (sin prisas, preferiblemente después del desayuno).

Estas recomendaciones se dan a personas con SII, pero también se dan a la población general (excepto la última), y es desde este punto de vista que analizaré 2 de ellas en Mitos alimentarios

“Comer más de 3 veces al día”

La frecuencia óptima son 2 comidas diarias (ver justificación en Mitos alimentarios).

“Comer en horarios fijos y no saltarse ninguna comida”

Esta recomendación no tiene ninguna base fisiológica, ya que las necesidades energéticas del organismo, y, por tanto, las sensaciones de apetito y hambre, son variables, estando en función del gasto energético, no del reloj. Naturalmente las obligaciones de los días laborales delimitan en parte los horarios de comida, pero tomar esta mecanicista y rígida norma como referencia ideal supone perder el contacto con las sensaciones corporales (incluyendo las placenteras, debidas a la satisfacción del apetito y hambre...), promover el sobrepeso, vivir la relación con la comida de una forma “mecánica”, como si fuera una “obligación”, y, en general, vivir de una forma rígida y no creativa. Estos aspectos es dudoso que sean adecuados en personalidades con rasgos obsesivo compulsivos, que son frecuentes en personas con SII, puesto que se está reforzando un tipo de personadidad asociada al trastorno, en vez de promover la flexibilidad y el “descentramiento” respecto a las dinámicas mentales habituales.

Tomando como referencia la reflexión de Freud de que “El niño es el padre del adulto” (las vivencias infantiles determinan el psiquismo del adulto), aunque en otro sentido, es interesante el hecho de que la lactancia a demanda sea el referente ideal para la alimentación del bebé... O sea, dar el pecho cada vez que el recién nacido lo pida de alguna forma (aumento de la actividad, movimientos de búsqueda, sonidos, abrir y cerrar la boca, llevarse las manos a la boca, gorjeos suaves o suspiros, chasquidos de lengua o quejidos), señales a las que la madre se va haciendo sensible de forma natural. Éstos serían los equivalentes al apetito del adulto. Muchos bebés, si no son alimentados en ese momento, acaban rompiendo a llorar, lo que sería un signo tardío de hambre y de “desesperación”. Otros, en vez de llorar, se vuelven a dormir: semejante al adulto que, no pudiendo comer por alguna razón, a una hora habitual, “se le pasa el hambre”. El bebé no entiende de horarios, “a pesar de lo cual” es un perfecto “dietista” que nos está enseñando a estar en contacto con nuestro cuerpo, confiar en él, y respetarlo.

Una “anarquía horaria” se correspondería con una “disciplina corporal”, en el sentido de adaptarse a las necesidades del organismo. Piensen, en cambio, en la “anarquía corporal” de una persona con SII, en contraste con la “disciplina horaria” que pudiera llevar. Es posible que una estricta disciplina horaria en una persona con SII no sea más que una de las formas de expresión de su personalidad.

“Beber 2 litros de agua diarios

Beber más de lo que dicta la sed sólo conlleva orinar más (ya de por sí un inconveniente), y podría ser perjudicial para los riñones (ver justificación en Mitos alimentarios).

“Intentar evacuar siempre a la misma hora

Pienso que si han leido detenidamente las anteriores secciones, esta “recomendación” les puede parecer por lo menos ridícula. Ya se imaginan la escena: sentado en el retrete, puntual a la cita, “intentando” evacuar, o tomándoselo con “filosofía” leyendo el periódico del día... De nuevo, el acento se pone en una referencia horaria, y no en las sensaciones corporales asociadas a una función tan básica y “visceral”. Parecería que estuviéramos buscando una “impersonal perfección” en un ambiente semejante al que describe George Orwell en su novela 1984, publicada en 1949, donde se desarrolla el inaccesible, a la vez que omnipresente, personaje del Hermano Mayor o Gran Hermano. También pueden imaginar el trajín diario de una persona que siga a pies juntillas todo este conjunto de recomendaciones coercitivas.

Suplementos dietéticos

Ver Prebióticos, Probióticos, Simbióticos, Enzimas digestivas vegetales, Complejo Polivitamínico (con minerales y oligoelementos) y Levadura de cerveza (Saccharomyces cerevisiae).

Plantas medicinales

Ver Stevia (dulce hoja, hierba dulce), Espasmolíticos (reducen el dolor abdominal), Laxantes, Antidiarreicos, Carminativos (favorecen la expulsión de los gases del tubo digestivo), Ansiolíticos y somníferos, y Antidepresivos.

Ejercicio físico

El ejercicio físico aeróbico regular es especialmente adecuado para reducir el estrés, puesto que, aparte de reducir temporalmente la tensión (tiene que establecerse de forma progresiva, para evitar que sea otra fuente de estrés...) es una “actividad reforzadora psicofísica general” (optimiza la capacidad física, aumenta el umbral del dolor/sufrimiento, implica una actitud mental positiva, y constituye un descanso respecto a la actividad mental excesiva). Ver Trastornos cardiovasculares/Hipertensión/Causas/Sobrepeso/Ejercicio físico aeróbico

Yoga
(Hatha Yoga)

El Yoga es realmente una excelsa “actividad reforzadora psicofísica general” (que se puede complementar perfectamente con el ejercicio físico aeróbico), con efectos amplios (físicos, emocionales y cognitivos) y profundos, sobradamente demostrados (por ejemplo, “Principios de Yogoterapia”, 1985, del maestro Ramiro Calle), y que contrastan con su aparente simplicidad. La fuerza de las asanas se basa en la combinación de unos pocos fundamentos fisiológicos, como son: respiración completa (óptima), estiramiento, compresión, presión interna, desplazamiento y acumulación sanguíneos, equilibrio corporal y fortalecimiento muscular.

En un estudio hindú se comparó el efecto del Hatha Yoga (12 asanas junto con Surya Nadi pranayama - respiración por la fosa nasal derecha, que estimula el SNA Simpático, y es antidepresiva -) con el efecto de la Loperamida, en tratamientos de 2 meses, en un grupo de hombres (22, divididos en los dos grupos, con edades entre 20 y 50 años) con SII con diarrea predominante, resultando una disminución significativa de los síntomas intestinales y el estado de ansiedad en ambos grupos. Sin embargo, se acompañó de un aumento de la actividad electrofisiológica gástrica en el grupo de Loperamida, mientras que en el grupo Yoga se acentuó la actividad parasimpática, según medidas de frecuencia cardíaca. La función principal del SNA Parasimpático (opuesta al SNA Simpático) es la de provocar o mantener un estado corporal de descanso, la relajación tras un esfuerzo, disminuir el nivel de estrés del organismo, o realizar funciones importantes como la digestión o el acto sexual. El estudio indica un efecto beneficioso superior de la intervención del Yoga, al tratamiento farmacológico convencional, en el SII-D (Taneja, I., Deepak, K., Poojary, G., Acharya, I.N., Pandey, R.M., y Sharma, M.P., del Instituto Indio de Ciencias Médicas, Nueva Delhi, India; Applied Psychophysiology and Biofeedback, marzo de 2004).

Los autores nombran en el resumen las siguientes posturas de yoga (faltarían 3):

Vajrasana (Postura del Rayo, Postura Diamantina, Postura de la Roca; es una postura fantástica para facilitar la digestión después de comer; se dice que cuando se domina esta asana, realizándola se puede digerir una roca...), Shashankasana (Postura de la Luna, Postura de la Liebre), Ushtrasana (Postura del Camello), Marjariasana (Postura del Gato), Padahastasana (Postura de la Cigüeña), Dhanurasana (Postura del Arco), Trikonasana (Postura del Triángulo, en sus dos variantes), Pavanamuktasana (Postura de la Liberación de los Vientos, Postura del Feto; vientos = gases del sistema digestivo) y Paschimottanasana (Postura de la Pinza, Postura del estiramiento del Oeste - parte posterior del cuerpo en la tradición hindú -).

Muchas son las asanas, aparte de las anteriores, que tienen, entre sus beneficios, favorecer el funcionamiento digestivo:

Ardhamatsyendrasana (Postura de la Torsión, en sus dos variantes), Janyasana (Postura de retención de las rodillas, en sus dos variantes), Halasana (Postura del Arado), Sarvangasana (Postura de la vela), Matsyasana (Postura del Pez), Padmasana (Postura del Loto), Shalabhasana (Postura del Saltamontes), Suptavajrasana (Postura del ensueño diamantino), Paryankasana (Postura del sofá), Shirshasana (Postura sobre la cabeza).

Shirshasana es la reina de las asanas, la más completa, con tan ingente cantidad de beneficios que, si se quisiera practicar una sóla asana, ésta sería la más indicada. Sin embargo, por la intensa presión sanguínea sobre el cerebro, se recomienda, por sus similares efectos, Sarvangasana. En opinión del maestro André Van Lysebeth (1920-2004), que fue una autoridad en el mundo del Yoga, mediante un entrenamiento progresivo es accesible al 90% de las personas (“Aprendo Yoga”, 1968).

En un estudio canadiense se comprobó la efectividad del Hatha Yoga en un tratamiento de 1 mes (el grupo control, tras una espera de 1 mes, recibió también el tratamiento Yoga durante 1 mes), en adolescentes con SII (25, divididos en grupo tratamiento y control, con edades entre 11 y 18 años). Los adolescentes que recibían el tratamiento de Yoga comunicaban niveles más bajos de síntomas gastrointestinales, menor uso de conductas de evitación centradas en la emoción, y menor ansiedad, que el grupo control, tras la intervención. Además, encontraron útil el Yoga e indicaron que seguirían practicándolo para afrontar su SII (Kuttner, L., Chambers, C., Hardial, J., Israel, D., Jacobson, K. y Evans, K., Vancouver, Columbia Británica - la provincia más occidental de Canadá -; Pain Research & Management 2006, la revista de la Sociedad Canadiense del Dolor).

Relajación

Es una realidad psicosomática el estrecho vínculo entre la tensión mental y la tensión física: un cuerpo tenso refleja tensión mental, un estado mental relajado se expresa en un cuerpo relajado. Es posible conseguir una distensión temporal cuerpo-mente, un estado de sedación general mientras se practica una relajación, y, en este sentido, la inherente experiencia de recogimiento interno tiene características tanto de evasión como de acopio energético, respecto a las problemáticas vitales internas y externas. Sería estrictamente un alivio sintomático temporal, donde los problemas personales quedarían intactos, y habrían de volverse a vivir una vez reanudada la rutina cotidiana... Considerando este aspecto de la relajación, y en su mejor sentido, es interesante practicarla después de las comidas, en posición reclinada o medio sentado, para facilitar la digestión.

Depende de 2 aspectos el que la relajación deje de ser un mero bálsamo sintomático temporal, y se convierta en una potente herramienta psicofísica:

- Frecuencia y duración con que se realiza: una práctica regular promueve una disminución de la tensión psicosomática habitual, y una actitud mental y corporal centrada.

- Intencionalidad: la relajación se puede utilizar mentalmente de una forma activa, como es el caso de asociarla a la visualización anticipatoria de los estresores (Desensibilización sistemática), o como una herramienta auxiliar en la comprensión psicosomática (Focusing).

Psicoterapia

El SII se considera generalmente crónico, sobre todo desde una perspectiva “corporativista” (especialmente bien empleada aquí la palabra) médica, y desde un afrontamiento mecanicista del trastorno. Desde esa actitud cerrada, el objetivo del tratamiento es modesto, a la vez que “triste”: “aliviar los síntomas para sobrellevar lo mejor posible el trastorno”.

“Existe gran cantidad de evidencia de que las terapias psicológicas pueden ser efectivas, pero muchos médicos son escépticos y llevan adelante tratamientos con drogas que poseen efectos secundarios y que, básicamente, no funcionan” (Nick Read, médico y psicoterapeuta, consejero de la cadena británica BBC, sobre SII - IBS Network -, en una declaración a la cadena).

Reconocer la fundamental importancia causal del Estrés emocional y de la Personalidad, lleva a una propuesta mucho más profunda, ambiciosa y optimista: “promover el autoconocimiento (en el que es fundamental considerar la biografía personal y desarrollar la comprensión psicosomática), buscando la integración de la personalidad, que llevará a que los síntomas dejen de tener sentido y desaparezcan”. Ni que decir tiene que el alivio sintomático no está reñido con el objetivo principal, con lo cual los tratamientos sintomáticos aquí expuestos (dieta básica, suplementos dietéticos, plantas medicinales, ejercicio físico, yoga, relajación), que no perjudiquen el organismo, serían complementarios.

Considerando todo lo expuesto, es evidente que un proceso psicoterapeútico, ya se trate de Terapia Online o Presencial, es fundamental en la mayoría de los casos, y es la única forma de actuar sobre las causas emocionales que dan sentido a los síntomas. Sólo así cabe pensar en salir del “Circuito médico” y de la repetición sintomática ante estímulos y actitudes mentales que se repiten. En realidad este trastorno lo que expresa es una disociación psicosomática en la que las alteraciones somáticas se repiten sin cesar, en la misma medida en que se viven como “fenómenos corporales sin sentido”. La ecuación es clara, igual que en en todos los trastornos psicosomáticos: “a más conocimiento y expresión de uno mismo, menos síntomas”.


El SII es un trastorno muy frecuente, que afecta al 15% de la población mundial. Supone el 12% de las consultas al médico general, y es la queja intestinal más frecuente por la cual los pacientes son remitidos al gastroenterólogo (alrededor del 40% de las consultas en Gastroenterología). Sin embargo, debido a que los síntomas suelen ser de intensidad moderada, el porcentaje de afectados que busca ayuda se sitúa sólo entre el 25 y el 50%.

Puede ocurrir a cualquier edad, pero a menudo comienza en la adolescencia o a principios de la vida adulta. La prevalencia mayor está entre los 20 y los 40 años. Rara vez aparece después de los 50 años.

Es 2 veces más frecuente en mujeres que en hombres (en España unas 3 veces más frecuente).

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