Son drogas sintéticas (parecidas a principios activos naturales, pero se obtienen artificialmente en laboratorio, por síntesis química a partir de moléculas sencillas) que estimulan o deprimen el Sistema Nervioso Central.
- Estimulantes: antidepresivos
- Depresores: ansiolíticos (tranquilizantes menores, como las benzodiazepinas), sedantes (barbitúricos e hipnóticos), y antipsicóticos (tranquilizantes mayores o neurolépticos, como las fenotiazinas)
Ver definicion de Droga y Escala de nocividad de las drogas (barbitúricos, metadona, benzodiazepinas, anfetaminas, 4-metiltioanfetamina, metilfenidato), en Las Drogas sociales
Un equipo de investigadores de Reino Unido, EE.UU y Canadá (Irving Kirsch, J. Brett Deacon, Tania B. Huedo Medina, Alan Scoboria, Thomas J. Moore, Blair T. Johnson, PloS Medicine, 26/02/2008), revisó 47 estudios que la Administración de Alimentos y Fármacos de EE.UU (FDA) recibió para aprobar la comercialización de 6 antidepresivos ampliamente prescritos (inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina), aprobados entre 1987 y 1999 [Fluoxetina (Prozac), Venlafaxina, Nefazodona (Dutonin, Menfazona o Rulivan), Paroxetina (Seroxat, Paxil), Sertralina (Besitran, Aremis) y Citalopram (Celexa, Seropram)], concluyendo que no son más eficaces que un placebo (la Sertralina y el Citalopram fueron excluidos del análisis final porque resultó imposible obtener todos los datos).
Irving Kirsch, del Departamento de Psicología de la Universidad de Hull, Reino Unido, comenta que “Aunque los pacientes experimentan cierta mejoría con los antidepresivos, también mejoran cuando toman una sustancia inocua, y la diferencia (entre uno y otro) no es significativa”. A su juicio, estos resultados demuestran que estas personas también podrían experimentar mejorías sin ningún tratamiento farmacológico... El aumento de eficacia antidepresiva respecto al placebo se incrementa en función de la gravedad de la depresión, pero las diferencias son relativamente pequeñas, incluso para los pacientes gravemente deprimidos, pudiéndose además interpretar como una disminución de la respuesta al placebo entre pacientes severamente deprimidos (desesperación) y no como una mayor capacidad de respuesta a la medicación. En resumen, tanto en las depresiones leves, como moderadas y graves, la eficacia de los antidepresivos es mínima, por no decir nula.
Los contundentes resultados de este estudio produjeron consecuencias en Gran Bretaña. Ivan Lewis (en aquel entonces Subsecretario Parlamentario de Estado para el Departamento de Salud) tomó una decisión sin precedentes: exigir a la industria farmacéutica que proporcione todos los datos que obran en su poder (publicados o no). Anunció asimismo que el Instituto Nacional para la Salud y la Excelencia Clínica (NICE) revisará las actuales directrices sobre la depresión. “No hacerlo (manifestó a The Guardian) daría la inevitable impresión de que hay algo que ocultar”. En EE.UU, el congresista demócrata norteamericano Jim McDermott, presidente de la Subcomisión de Seguridad y Apoyo a la Familia del Congreso, anunció la convocatoria de una audiencia para examinar el uso de sustancias psicotrópicas entre los niños acogidos al sistema de hogares de acogida estatal.
Igual que en el caso de las imágenes ambiguas, que se pueden percibir de dos o más formas, otra consecuencia del estudio de revisión antes expuesto (en el que los autores no focalizaron su atención), de importancia fundamental, y que queda “oculta” por el debate de la utilidad o no de los antidepresivos, es el poder de nuestra mente... El efecto placebo es el poder de la creencia, y eso nada tiene que ver con sustancias químicas. La cuestión clave es adónde focalizamos nuestra energía mental. Una persona con problemas emocionales, que intuye el origen biográfico de los mismos, que es consciente de la nocividad de los psicofármacos, y que comprende que una buena atención profesional no es necesariamente cara (ya saben, la creencia de que cuanto más caro, más valioso), estará más predispuesta a realizar un verdadero proceso de autodescubrimiento. Hoy en día ya se puede afirmar con rotundidad que la Terapia Online es una poderosa alternativa a la psicoterapia tradicional.
En España parece que todo sigue igual en 2010. A raiz de la publicación del estudio, aparecían en atencionprimaria.wordpress.com los comentarios de dos psiquiatras:
El doctor Jerónimo Saiz Ruiz, Catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Alcalá de Henares y Jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid, aseguraba que "la información es alarmante y equivocada, que se trata de un metaanálisis que ha jugado con los números, cuyos resultados no sorprenderán a ningún psiquiatra”. Según este especialista, “nadie tiene dudas de que estos fármacos son buenos y eficaces y son tan útiles que se han prescrito muchísimo y los pacientes perciben claramente sus beneficios. De hecho, subraya, su espectro de acción va mucho más allá de la depresión, y son más utilizados, por ejemplo, para tratar trastornos de ansiedad, fobias, estrés postraumático… Prozac, añade, no es la indicación más habitual para un paciente con depresión melancólica (la de síntomas más intensos), ya que en estas personas seguimos empleando los medicamentos más antiguos”.
El doctor Francisco Montañés Rada, jefe de la unidad de psiquiatría de la Fundación Hospital Alcorcón de Madrid, defendía también que la experiencia clínica demuestra que “sin estos fármacos muchos pacientes con depresión no mejorarían nunca”. Montañés subraya que "los datos de los ensayos que se remiten para obtener la autorización de un medicamento suelen realizarse con pacientes muy seleccionados, poco graves, por lo que es normal que las diferencias frente a placebo sean menores de lo que luego vemos realmente con la población general”. En su opinión, "este modo de triturar los datos es un disparate y no permite extraer ninguna conclusión seria”. Por eso además insiste en que ningún paciente interrumpa la medicación por su cuenta...
Javier Meana, Catedrático de Farmacología y Director del Banco de Cerebros de la Universidad del País Vasco, comenta que el hecho de que profesionales de la salud les presten más atención a los pacientes, mejora su sintomatología: “Si en la consulta, al paciente le dedicas tiempo, le explicas qué ocurre, le escuchas y le das una cápsula que no tiene nada también obtienes un efecto terapéutico; sin embargo, actualmente el sistema sanitario no dispone de tiempo, es más barato recetar que dar explicaciones”.
Sin embargo, estamos hablando de fármacos cuya eficacia no ha sido demostrada, pero sí está demostrado que pueden ocasionar no sólo graves problemas de salud física (por ejemplo, trastornos del ritmo cardíaco, grave reacción hipertensiva - incluso potencialmente letal en los IMAO, si se toman con alimentos que contengan altos niveles de tiramina -, pérdida de masa ósea, hepatitis tóxica, epilepsia), además de efectos secundarios “menores” (como dolor de cabeza, mareos, visión borrosa, sequedad de boca, náuseas, diarrea, estreñimiento, dificultad al orinar, agitación, temblores, discinesias - movimientos anormales e involuntarios como masticación repetitiva, movimiento oscilatorio de la mandíbula o gesticulación facial -, somnolencia diurna - “sentirse como un zombi” -, aumento de peso o disfunciones sexuales), sino también graves problemas mentales (que incluyen episodios de violencia injustificada, ideas suicidas, o suicidios efectivos), además de alteraciones mentales “menores” (ansiedad, trastornos del sueño, supresión de la inhibición, trastornos cognitivos, confusión mental, crisis maníacas o delirios).
El Physicians' Desk Reference (PDR, compilación comercial publicada por los fabricantes de medicamentos con información sobre los mismos, actualizada anualmente) enumera las siguientes reacciones adversas a los antidepresivos entre una multitud de otros efectos físicos y neuropsiquiátricos: reacciones maníacas (cleptomanía, piromanía y dipsomanía), inestabilidad emocional, alteraciones del pensamiento, abuso del alcohol, alucinaciones, hostilidad, falta de emociones, reacción paranoide, amnesia, confusión, agitación, delirium, histeria, psicosis, trastornos y alteraciones del sueño y síndrome de retirada del medicamento. Advierte que las reacciones adversas ocurren sobre todo al iniciar o suspender el tratamiento (especialmente si se hace abruptamente, lo que podría causar graves trastornos neuropsiquiátricos y síntomas físicos). Según el PDR, la retirada de estos fármacos habría de hacerse muy lentamente, por lo general en un período de un año o más... (y bajo la supervisión de un especialista cualificado y con experiencia...). Cabría preguntarse si “igual de especialista” que el que prescribió los “medicamentos destinados a curar o aliviar”.
A las reacciones adversas enumeradas en el Physicians' Desk Reference hay que sumar las que la propia Administración de Alimentos y Fármacos de EE.UU publicó en un Public Health Advisory el 22 de marzo de 2004, en el que se puede leer: “La ansiedad, agitación, ataques de pánico, insomnio, irritabilidad, hostilidad, impulsividad, acatisia (grave inquietud), hipomanía y manía han sido reportados en pacientes adultos y pediátricos tratados con antidepresivos por trastorno depresivo mayor así como para otras indicaciones, tanto psiquiátricas y no psiquiátricas”. La FDA también incluyó una advertencia en los prospectos alertando de que estos tratamientos podían incrementar el riesgo de ideas o comportamientos suicidas entre jóvenes y adolescentes.
¿Qué pensar de los "profesionales de la salud" que se dedican a "tratar" (los más ingenuos emplearían la palabra "curar") con fármacos antidepresivos?
Aquellas personas que están alejadas del “Circuito médico” (mórbido círculo vicioso de dependencia médica y farmacológica por incomprensión psicosomática, J.M.M.V.) intuyen que “Sistema de Enfermedad” sería una denominación mucho más exacta que "Sistema de Salud".
El asunto de los antidepresivos se torna aún más oscuro e inquietante por el hecho de que se prescriban para problemas que nada tienen que ver con aquello para lo que fueron concebidos. Por ejemplo, el Prozac (“pastilla de la felicidad”) se está hoy prescribiendo también para depresiones leves y moderadas, trastorno obsesivo-compulsivo, bulimia nerviosa, trastornos alimentarios en general, trastornos de pánico, trastorno disfórico premenstrual, problemas relacionados con el alcoholismo, trastorno por déficit de atención en los niños, ciertos trastornos del sueño (en particular, los síntomas de cataplejía asociados a la narcolepsia), migrañas, trastorno por estrés postraumático, Síndrome de Tourette, obesidad, algunos problemas sexuales y fobias específicas.
Otros inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) son igualmente prescritos en algunos casos para tratar insomnio, ansiedad, timidez (el Escitalopram o “Cipralex” es conocido como la “píldora de la timidez”), tristeza, malestar menstrual, dolor, enuresis, demencia, impotencia y síndrome de piernas inquietas (por mencionar sólo algunos), a pesar de que no está aprobado para ninguna de tales disfunciones, y no hay estudio científico alguno que respalde esa decisión por parte de los médicos. Esto explica el incremento constante del consumo de antidepresivos en nuestro país.
Hay una sobreprescripción injustificable y descarada de antidepresivos (cuya eficacia jamás se probó científicamente) que beneficia a los laboratorios que los comercializan (y en algún caso a médicos gratificados con vacaciones, u otros obsequios, por recetar determinados fármacos), a costa de la salud de los “pacientes del Sistema de Salud”.
En España, en sólo diez años (entre 1995 y 2005), se incrementó el uso de antidepresivos en un 214%. Más en concreto, en 1995 el Sistema Nacional de Salud recetó más de siete millones de envases de antidepresivos a los españoles, cifra que se triplicó en el 2005 hasta alcanzar más de 22 millones de cajas cuyo coste para el estado fue de 629.597.577 Euros. Según datos del Ministerio de Sanidad y Consumo de 2006, los antidepresivos son el tercer grupo de medicamentos más vendidos en España. Y hablamos sólo de los antidepresivos recetados (y, por tanto, controlados) dentro del Sistema Público de Salud. Sin contabilizar lo que la gente compra por su cuenta (a pesar de que la población está muy bien enseñada a que los fármacos se usen sólo bajo prescripción médica..., como si el “acto médico” de recetar una misma sustancia dañina la convirtiera en benéfica; vean un genial sketch de Cruz y Raya: “Morito Juan en el médico”). Preocupante problema que agrava el hecho de que cada vez se diagnostica a más jóvenes de depresión y otros trastornos mentales. Según algunos datos, la “depresión” afecta ya al 2% de los niños menores de 12 años y al 8% del grupo de edad comprendido entre los 12 y los 16.
Mientras que los psiquiatras se obstinan en defender su uso (tienta interpretar este corporativismo, y esta “aparente” falta de sensibilidad hacia el “paciente”, como expresión del miedo a perder poder social y económico), las tragedias asociadas al uso de antidepresivos se siguen acumulando...
En Suecia, el 80% de las personas (entre 18 y 84 años) que se suicidaron durante el año 2006, habían sido “tratadas” con fármacos psiquiátricos, y más del 60% con antidepresivos y/o antipsicóticos (tranquilizantes mayores, neurolépticos; por ejemplo, Clorpromacina o “Largactil”, Haloperidol o “Haldol”, Tioridacina o “Melleril”, Clozapina o “Leponex”, y la Risperidona o “Risperdal”). El estudio también pone en evidencia que las mujeres son las principales consumidoras de antidepresivos. De las 377 suecas que se suicidaron ese año, 197 (52%) había tomado antidepresivos en los 180 días anteriores a su muerte y 29 (8%) antipsicóticos.
El caso más reciente de matanza a tiros, inmotivada e indiscriminada, en EE.UU, fue perpetrado por Steven P. Kazmierczak, un estudiante de sociología de 27 años, de la Universidad del Norte de Illinois, el 14 de febrero de 2008. El resultado fueron 6 muertos (incluido su propio suicidio) y 15 heridos. Su novia, Jessica Baty, afirmaba durante una entrevista en la CNN que Kazmierczak tomaba Prozac, para combatir la ansiedad y el comportamiento compulsivo, pero que “le hacía sentir como un zombi”, y que había dejado la medicación.
SSRI Stories es una web (con el subtítulo de "Pesadillas de antidepresivos") creada por familiares de víctimas asociadas al uso de antidepresivos, que recoge más de 5000 casos de violencia de personas que tomaban antidepresivos o los habían dejado de tomar poco antes. Se trata de casos de comportamientos extraños, tiroteos en centros escolares, incidentes violentos, tragedias por conducción agresiva, asesinatos, homicidios, suicidios y otros actos de violencia. En la página de inicio se advierte de la necesidad de dejar estas drogas muy lentamente, a lo largo de un año o más (misma recomendación que da el PDR), ya que la retirada brusca puede ser más peligrosa que continuar tomándolas.
Los psiquiatras David Healy y David B. Menkes, profesores de Medicina Psicológica en la Universidad de Bangor y Wrexham resp., Gales, Reino Unido, y el farmacólogo clínico Andrew Herxheimer, miembro emérito del Centro Cochrane del Reino Unido (Oxford), en su estudio “Antidepresivos y violencia: problemas en la interfaz de Medicina y Ley” (PLoS Medicine, 12/09/2006), basado en el análisis de los estudios clínicos disponibles sobre la Paroxetina y la Sertralina y los estudios de farmacovigilancia sobre Paroxetina y Fluoxetina (basados en los escasos datos proporcionados por los laboratorios, y los que obraban en poder de la Agencia Reguladora Británica), una serie de casos médico-legales que involucran antidepresivos y situaciones violentas, y 1.374 correos electrónicos que fueron enviados a la BBC por los telespectadores (principalmente pacientes) tras ver un programa sobre la Paroxetina emitido en el año 2002, concluyeron que “Hay evidencias suficientes de que la acatisia, la inestabilidad emocional, la reacción maníaca, o reacciones psicóticas, causadas por el tratamiento antidepresivo, podrían llevar a la violencia”.
En una reciente revisión se verificó que los estudios sobre antidepresivos con resultados negativos no llegan a difundirse ya que no se publican en las revistas científicas; tan sólo un 51% de los estudios registrados en la FDA logran la aprobación de esta institución, sin embargo, en la literatura médica, un 94% de los estudios muestran resultados positivos (Erick H. Turner, M.D., Annette M. Matthews, M.D., Eftihia Linardatos, B.S., Robert A. Tell, L.C.S.W., y Robert Rosenthal, Ph.D., “Publicación selectiva de estudios con antidepresivos y su influencia en la eficacia aparente”, New England Journal of Medicine 17/01/2008).
Todo este tema aparecería abstruso e incomprensible si no tuviéramos en cuenta que vivimos en una sociedad materialista, superficial y hedonista, que se mueve en base al interés económico (el negocio), y está centrada en lo externo (eliminar los síntomas) y en huir del sufrimiento. La razón de que el Ministerio de Sanidad y Consumo no reaccione y prohiba de inmediato el uso de los antidepresivos (¿se lo imaginan por un momento?) sería la misma que la que explica que el alcohol y el tabaco sigan siendo drogas legales (siendo ambos más nocivos que la marihuana, el LSD o el éxtasis; ver Las Drogas sociales). Además, sería realmente “curioso y sorprendente” que el gobierno informara siquiera de la falta de eficacia y la nocividad de los antidepresivos, puesto que, aparte de causar “alarma social”, es muy probable que aquí la reacción de los consumidores potenciales no fuera la misma, y un ingente negocio se podría venir espectacularmente abajo, debido a que existen demostradas alternativas naturales de tratamiento sintomático.
Antonio F. Muro ya denunciaba esta situación en dos artículos, que me sirvieron de referencia, publicados en la revista Discovery Salud: “¿Son los antidepresivos causa de muchos actos de violencia?”, Discovery Salud, nº88, noviembre 2006, y “Los antidepresivos: además de peligrosos, inútiles”, Discovery Salud, nº104, abril 2008).
Si ustedes están de acuerdo en que esto es un escándalo silencioso, de un negocio a costa de la salud de la gente, podemos, entre todos, hacerlo más audible. Para la alternativa natural a los antidepresivos, vean Plantas medicinales/Antidepresivos