Es el cumplimiento de la voluntad de una autoridad legítima, de estatus superior (o investida subjetivamente como tal), o de lo que es preceptivo (lo que es ley establecida por una autoridad).

Un aspecto importante que hay que remarcar es que los individuos que obedecen, generalmente tienen un comportamiento diferente al de la fuente de influencia, lo cual explica muchas injusticias sociales.

El experimento de Milgram: “Obediencia a la autoridad”

Los trabajos de Stanley Milgram comenzaron en julio de 1961, tres meses después de que comenzara el juicio de Adolf Eichmann. Milgram ideó un procedimiento experimental para responder a la pregunta:

¿Podría ser que Eichmann y su millón de cómplices en el Holocausto sólo estuvieran cumpliendo órdenes?

Los experimentos trataban de precisar en qué condiciones un sujeto aplicaría dolorosas descargas eléctricas a otro individuo tras haber recibido la orden de una autoridad.

Al llegar al laboratorio, el sujeto se encuentra con un hombre de edad madura que declara que también él participa voluntariamente en la experiencia. El experimentador les explica que su investigación trata sobre la influencia del castigo sobre el aprendizaje. Tras un sorteo amañado, se asigna al sujeto el papel de profesor y el hombre de edad madura (cómplice del experimentador) recibe el papel de alumno. Entonces, el alumno es atado con correas a un asiento y se le fija un electrodo en el brazo.

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Se le dice al profesor que su tarea consiste en leer parejas de palabras al alumno, verificar que éste es capaz de repetirlas e infligirle una descarga eléctrica cada vez que cometa un error. Para infligir estas descargas, el profesor utiliza un generador provisto de 30 botones etiquetados (de 15 en 15 voltios), desde 15 hasta 450 voltios. Unos letreros colocados sobre los botones llevan inscripciones que van desde “Descarga ligera” para los 15 voltios, hasta “Peligro: descarga potente” para los 375 voltios, y, finalmente, “XXX” para los 435 voltios.

Durante el desarrollo de la experiencia, el alumno comete numerosos errores y el profesor recibe instrucciones de aumentar un paso el voltaje de la descarga con cada error. Cada vez que el profesor manifiesta deseos de detenerse, el experimentador le da una orden. Las órdenes forman una serie de 4 que van desde “Le suplico que continúe”, hasta “No le queda más remedio, tiene que continuar”.

Milgram razonaba que la proximidad física de la víctima (el alumno) podía constituir un factor importante de la obediencia. Para manipular esta variable, elaboró 4 condiciones:

- Distanciamiento: la víctima se hallaba en la habitación contígua y tan sólo golpeaba la pared al llegar a los 300 voltios; tras la descarga de 315 voltios, dejaba de reaccionar.

- Retroacción de voz: desde la habitación contígua se podía oir su voz (la víctima suplicaba que la liberaran y gritaba de dolor al recibir las descargas); a 315 voltios, dejaba de reaccionar.

- Proximidad visual: la víctima estaba en la misma habitación que el sujeto y reaccionaba verbalmente igual que en la condición anterior.

- Proximidad táctil: la víctima sólo podía recibir descargas si su mano reposaba sobre una placa que las transmitía, y el sujeto recibía instrucciones de obligar a la víctima a colocar su mano sobre la placa.

La obediencia (el porcentaje de sujetos que llegaron hasta 450 voltios) fue de 65%, 63%, 40% y 30%, respectivamente. Así pues, la obediencia disminuye a medida que la víctima se aproxima al sujeto.

Así mismo, una autoridad con presencia física producía una obediencia mucho mayor (65%) que una autoridad ausente que daba sus órdenes por teléfono (21%).

Milgram descubrió que incluso una autoridad “inmoral” era obedecida por una proporción sustancial de sujetos. En dicha experiencia, la víctima no daba su acuerdo inicial para participar en la experiencia a menos que el experimentador prometiera poner fin al estudio si la víctima se lo pidiera. El experimentador decía estar de acuerdo con esta condición, pero después se negaba a liberar a la víctima cuando ésta se lo suplicaba. Un 40% de los sujetos fueron plenamente obedientes a pesar de que el experimentador violase su promesa...

La influencia de iguales frente a las órdenes de la autoridad, dio estos resultados:

- Dos cómplices recibían tareas secundarias (leer parejas de palabras y evaluar las respuestas de la víctima), mientras que el sujeto estaba encargado de aplicar las descargas. Aproximadamente a la mitad de la sesión, los dos cómplices se rebelaban contra el experimentador, negándose a continuar. En ésta condición solamente el 10% de los sujetos fueron plenamente obedientes.

- El sujeto llevaba a cabo una tarea secundaria, mientras que un cómplice seguía las instrucciones del experimentador consistentes en continuar aumentando el voltaje de las descargas. En esta experiencia, la obediencia fue extremadamente fuerte: el 93% de los sujetos ayudaron al cómplice hasta llegar a los 450 voltios.

Los resultados de Milgran son claramente generalizables a otras situaciones interpersonales. Por ejemplo, Hofling, Brotzman, Dalrymple, Graves y Pierce (1966) descubrieron que algunas enfermeras se prestaban a administrar medicamentos virtualmente peligrosos a los enfermos de un hospital, al recibir órdenes de un médico desconocido.

A medida que un sujeto se siente personalmente responsable de los sufrimientos de una víctima, disminuye la tendencia a obedecer (Kilham y Mann, 1974; Tilker, 1970).

Sin embargo, los efectos negativos de la obediencia pueden recaer también sobre el mismo sujeto obediente. Orne y Evans (1965) informan que algunos sujetos obedecieron órdenes de un experimentador que les decía que tocaran una serpiente “venenosa”, o que metieran la mano en un recipiente lleno de “ácido” (y también que arrojaran ácido sobre otra persona...).

Realmente, todos estos experimentos tienen una relevancia enorme porque se trata de situaciones interpersonales muy claras y nada “sutiles”, con lo que pueden imaginar el efecto de la obediencia en situaciones más ambíguas...

El efecto de “Obediencia a la autoridad” queda reforzado con dos argumentos:

- Los sujetos no son “sádicos”: si se les permite elegir su propio nivel de descarga, aplican muy pocas descargas, y con frecuencia (los sujetos obligados a incrementar la intensidad de las descargas) dan señales de gran fatiga y tensión, como sudoraciones, temblores y risas nerviosas.

- Los sujetos perciben efectivamente que sus víctimas sufren: Mantell (1971) descubrió que, entre los individuos que aplicaban 26 descargas o más, el 49% creía que la ausencia de reacción de la víctima durante los últimos ensayos significaba que había perdido el sentido o estaba muerta... (¡!)

Milgram (en su libro “Obediencia a la autoridad: Un punto de vista experimental”, 1974), al intentar explicar por qué las personas obedecen a los personajes dotados de autoridad, diferencia 2 estados psicológicos:

- Estado de autonomía: cuando el individuo se siente personalmente responsable de sus actos y utiliza su propia conciencia como guía de comportamiento correcto.

- Estado de agente: cuando el individuo considera que forma parte de una estructura jerárquica, siente que las personas situadas por encima de él en la jerarquía (las autoridades) son responsables de sus actos, y utiliza las órdenes de tales autoridades como guía de acción correcta.

Pasar del estado autónomo al agente puede estar influido por el hecho de haber resultado reforzante (gratificante) la sumisión a la autoridad con anterioridad, en el marco de la familia, la escuela o el trabajo, o la percepción de que la ciencia es una empresa social legítima y que el experimentador constituye una autoridad legítima en la situación experimental. Una vez que un sujeto llega al estado de agente adquiere sensibilidad... respecto a los deseos de la autoridad, acepta la definición de la situación dada por la autoridad y siente una responsabilidad menor hacia sus propios actos.

Milgram identifica también varios factores que impiden que un sujeto abandone el estado de agente: la naturaleza secuencial de la tarea, el temor a ofender a la autoridad y la inquietud ante la desobediencia a las órdenes de una autoridad legítima.

La pregunta que les planteo es la siguiente: ¿Creen ustedes que no hubieran obedecido (sin conocer el experimento, claro está) las órdenes del experimentador? Es muy posible que el conjunto de las respuestas de los lectores no se corresponda, ni de lejos, con los altos porcentajes de obediencia del experimento de Milgram..., y, sin embargo, son estudios con un apoyo experimental determinante... Fuera de situaciones “coercitivas”, se tiende a sobreestimar el papel de los factores internos (los valores o la personalidad) y a subestimar el papel de los factores externos (la presión social). Sin embargo, “dentro” de situaciones coercitivas, la perspectiva que supone un planteamiento semejante puede quedar anulada ante la influencia directa que supone el contacto cercano con “la autoridad”...


Karl Adolf Eichmann

Eichmann era el mayor de 5 hermanos. Nacido en Solingen (Alemania) en 1906, su familia, de clase media baja, se traslada poco después a Linz (Austria), donde su padre había encontrado trabajo en una fábrica. Durante su infancia muere su madre, y su padre se vuelve a casar; pero él rechaza a esa extraña llamada Matilda, y su padre le recriminaba el no obedecer a su madrastra. En su adolescencia estudió en la “Realschule”, la educación básica y media; allí conoció a un compañero de nombre Salomón que lo invitaba a comer a su casa, ya que en la suya faltaba la unión, el cariño y el núcleo familiar. En esa casa de la familia Khan, de aquel amigo, aprendió a hablar el yidish (idioma oriental del judeoalemán, hablado por las comunidades judías del centro de Europa) y el hebreo. Adolf era considerado extranjero en Austria y no pudo conseguir trabajo. Sin embargo, sus hermanos menores eran considerados austríacos al nacer en este país. El padre de Adolf tenía entre sus amistades a Ernst Kaltenbrunner, dirigente nazi de origen austríaco, cuya sede del partido estaba en Linz. Kaltenbrunner auspició el ingreso de Eichmann al Partido Nazi austriaco el 1 de abril de 1932, y el mismo día se incorpora a las SS.

Teniente Coronel de las SS nazi (en una rápida ascensión de 9 años desde soldado raso), fue responsable directo de la “Solución Final”, principalmente en Polonia, y de los transportes de deportados a los campos de concentración alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. Con un acentuado sentido del deber, enorme capacidad de trabajo y carácter burocrático y minucioso, dedicó todo su talento al control logístico del exterminio: cuántos judíos se podían transportar en cada vagón de tren, cuántos morirían en promedio por el camino, cuál era la cantidad mínima de alimento necesaria, cuántas toneladas de carbón eran necesarias por mes, cuantos guardias eran necesarios... Absolutamente todo lo necesario para el perfecto funcionamiento de la maquinaria de muerte del Tercer Reich. Para él los judíos eran “estadísticas”.

“El Führer ha ordenado el exterminio físico de los judíos”, dijo Heydrich a Eichmann, quien declararía esta circunstancia durante el juicio despues de la guerra.

Bajo la supervisión de Eichmann, los escuadrones de la muerte (Einsatzgruppen), en las zonas ocupadas de la Unión Soviética (Alemania invade la Unión Soviética el 22 de junio de 1941), centraron ahora toda su atención en el asesinato masivo de judíos. Los líderes de los escuadrones llevaban detallados registros diarios. Incluso surgió una competencia entre los cuatro grupos principales respecto a quien informaba de las cifras más altas de muertes. En el primer año de la ocupación nazi del territorio soviético, más de 300.000 judios fueron asesinados.

Eichmann ayuda a Heydrich a organizar la Conferencia de Wannsee en Berlín (20 de enero de 1942), donde Heydrich y Eichmann, junto con 15 burócratas nazis, planean el Holocausto, o “Solución Final de la cuestión judía”, el exterminio total de la población judía de Europa y la Unión Soviética, estimada en 11 millones de personas.

En agosto de 1944 Eichmann informa a Himmler que aproximadamente 4 millones de judios murieron en campos de la muerte y que se estima que dos millones habían sido asesinados por unidades móviles.

A finales de 1944, los Aliados sitiaban al Tercer Reich por todas partes. A medida que el ejército soviético se acercaba a Budapest (Hungría), Himmler ordenó a Eichmann cesar las deportaciones. Sin embargo Eichmann ignoró esta orden y otros 50.000 judíos húngaros fueron rodeados y forzados a una marcha mortal de ocho días a Austria.

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Eichmann fue capturado por el ejército estadounidense, que desconocía que, el que se presentaba a sí mismo como Otto Eckmann, era de hecho un prófugo de importancia mayúscula. A principios de 1946 escapa de la custodia estadounidense y se esconde en varios lugares de Alemania durante algunos años. En 1948 obtiene un salvoconducto para escapar a Argentina, pero no lo usó inmediatamente. A principios de 1950 viaja a Italia, donde se hace pasar por un refugiado llamado Riccardo Klement. Con la ayuda de un fraile franciscano, el cual tenía conexiones con el obispo Alois Hudal, que organizó una de las vías de evacuación de postguerra para miembros de las Potencias del Eje, Eichmann obtiene un pasaporte emitido por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) de Ginebra, por “razones humanitarias”, y un visado argentino, ambos documentos a nombre de "Riccardo Klement, técnico". El 15 de julio de 1950 parte en barco hacia Argentina. En los siguientes diez años trabajó en el área de Buenos Aires, desempeñando muy diversos trabajos, desde capataz hasta criador de conejos. También consigue Eichmann llevarse a toda su familia. En el momento de su detención por el Mossad, Eichmann trabajaba como operario en la fábrica de Mercedes Benz Argentina situada en la localidad de González Catán, provincia de Buenos Aires.

A lo largo de la década de 1950, muchos judios y otras víctimas del Holocausto, así como testigos del juicio de Nüremberg, se dedicaron a la búsqueda de Eichmann y otros destacados nazis. Entre ellos el cazador de nazis judío Simon Wiesenthal (fallecido el 20 de septiembre de 2005 a los 96 años). En 1954, Wiesenthal recibió una tarjeta postal de un asociado al Centro de Documentación Judía que vivía en Buenos Aires, con el siguiente mensaje: “He visto aquel sucio cerdo de Eichmann. Vive cerca de Buenos Aires y trabaja para una compañía de agua”.

Se prepara un plan para capturarlo y llevarlo a Israel, encargo hecho por el primer ministro David Ben Gurion al jefe del Mossad (Isser Harel), con información dada por Simon Wiesenthal.

Violando tratados de asistencia consular y la soberanía nacional argentina, el 1 de mayo de 1960 un grupo de “nokmin” (vengadores) del espionaje israelí entra subrepticiamente por vía aérea en Buenos Aires e inician la “Operación Garibaldi” (bautizada así por el nombre de la calle donde vivía Eichmann). Se inicia una vigilancia durante 10 días. El 11 de mayo de 1960 lo secuestran en plena calle cuando llega del trabajo, siendo subido a un coche particular, a partir de lo cual es mantenido cautivo, y es interrogado, durante 9 días, confirmandose que se trataba de Eichmann. El 20 de mayo de 1960 cuatro hombres del Servicio Secreto israelí lo trasladan desde el aeropuerto internacional “Ezeiza” de Buenos Aires, Argentina, en un avión de la aerolinea El Al, a Haifa (Israel), con otra identidad, vestido como un mecánico de la aeronave, simulando que estaba borracho (le inyectaron un tranquilizante y rociaron su chaqueta de whisky).

En Jerusalén se le somete a un polémico y largo juicio (comienza el 11 de abril de 1961), por un tribunal armado muy parecido a los tribunales de Nüremberg, pero esta vez organizado por el lado de las víctimas.

Su defensa se basa en “el cumplimiento de órdenes”, pero casi nadie ha querido corroborar esta tesis, mientras que los testigos de la acusación se acumulan. El fiscal desgrana las cifras monstruosas de las matanzas que Eichmann organizaba con exactitud, más allá del “cumplimiento obligado”, y el acusado asiste a las sesiones sin mostrar ningún interés.

La crónica de La Vanguardia describe cómo Eichmann, detrás de la mampara, juega distraído con unos auriculares mientras la sala escucha con dolor una grabación con la declaración que el nazi había hecho unos días antes ante la policía israelí. Del magnetófono sale la voz metálica de Eichmann que confiesa fusilamientos en masa y describe el funcionamiento de las cámaras de gas.

Finalmente, parece ser el mismo Eichmann quien se impone su propia condena. Ha admitido que la cifra de muertos podría rondar los 6 millones y, aunque no ha parado de repetir la vana excusa de “yo obedecía órdenes”, la cinta del magnetófono termina con la siguiente declaración: “Estoy dispuesto a afrontar una sentencia de muerte: quizá deba ser ahorcado en público para escarmiento de todos los antisemitas del mundo”.

El juicio finalizó el 15 de diciembre de 1961 con la condena a muerte en la horca por crímenes contra la Humanidad y el pueblo judío. Este juicio es considerado como la gran causa nacional del Estado de Israel. La sentencia se cumple la madrugada del 1 de junio de 1962.

En este juicio Eichmann dejó algunos testimonios del por qué de su participación en el Holocausto. Se citan algunos párrafos: “No perseguí a los judíos con avidez ni con placer. Fue el gobierno quien lo hizo. La persecución, por otra parte, sólo podía decidirla un gobierno, pero en ningún caso yo. Acuso a los gobernantes de haber abusado de mi obediencia. En aquella época era exigida la obediencia, tal como lo fue más tarde de los subalternos”.

Según sus declaraciones en el juicio, no era un antisemita fanático, de hecho, como muchos otros alemanes, se encontraba emparentado de alguna manera con judíos.

A pesar de que se defendió argumentando que su participación en el Holocausto se limitó a ejecutar órdenes superiores provenientes de Himmler o Heydrich, lo cierto es que entró en conflicto con éstos en numerosas ocasiones debido al excesivo celo que puso en la idea de la “solución del problema judío”, yendo incluso más allá de las órdenes recibidas, ya que, cuando a finales de la guerra su superior Himmler decidió acabar con los asesinatos masivos de judíos, Eichmann continuó dando las órdenes pertinentes para que se siguieran produciendo.

La filósofa y política alemana, de origen judío, Hannah Arendt (que asistió como reportera de la revista The New Yorker al proceso contra Adolf Eichmann en Jerusalén), quien hizo un ya clásico estudio del personaje y sus obras, a raíz del juicio, en su libro “Eichmann en Jerusalén: Un informe sobre la banalidad del mal”, 1963, quedó sorprendida por la nimiedad y las escasas dotes intelectuales del hombre que pasaba por ser el mayor asesino de Europa, al que definió como un gris funcionario y una persona absolutamente mediocre... Señaló además, que las acciones de Eichmann bien pudieron haber sido fruto de la sujeción de la cual es víctima un individuo dentro de un régimen totalitario. Sus declaraciones resultaron polémicas, dado que para muchos esto no era más que una justificación de acciones de Eichmann. Otro agravante de la polémica era la condición de judía de Arendt.

“Lo más inquietante de Eichmann es que no era un monstruo, sino un ser humano”, había declarado en alguna entrevista Peter Malkin, el agente que detuvo a Eichmann.

A principios de mayo de 2007, el falso pasaporte emitido por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) de Ginebra, fue descubierto en los archivos judiciales en Argentina por un estudiante que investigaba el secuestro de Eichmann. El pasaporte ha sido entregado al Museo del Holocausto de Buenos Aires.

Es característico de los trastornos mentales (psicopatía, psicosis, neurosis) una alteración de la capacidad de vinculación afectiva, que deriva de un ambiente familiar atípico. La ruptura de los vínculos que unen a un niño con sus padres es la situación más fiablemente registrada y cuyos efectos se conocen mejor. Los antecedentes infantiles más frecuentes son: o bien la ausencia de la oportunidad para establecer vínculos afectivos, o bien prolongadas (o repetidas) rupturas de vínculos ya establecidos. Respecto a 2 trastornos, y 2 clases de síntomas asociados, se ha encontrado una elevada incidencia de rupturas de vínculos afectivos durante la infancia: psicopatía y delincuencia, y depresión y suicidio. En psicópatas se da una incidencia mucho más elevada que en otros grupos, de una infancia profundamente alterada por el fallecimiento, divorcio o separación de los padres, o por otros acontecimientos que suponen ruptura de vínculos, y es también elevada la incidencia de hijos ilegítimos y el paso del niño de un hogar a otro/s. La precocidad de la pérdida de uno o los dos progenitores, y repetidos cambios de figuras parentales, son característicos en el caso de psicópatas y suicidas.

Teniendo ésto en cuenta, encontramos en la biografía de Eichmann la pérdida de su madre durante su infancia, la sustitución por una madrastra (que Eichmann no acepta), vivencias de desarraigo debidas a la emigración de su familia a Austria, un padre que tiene contactos con el régimen nazi, y un sistema totalitario, basado en la obediencia jerárquica militar, en el que la personalidad psicopática de Eichmann encuentra su más plena realización...

Sus últimas palabras pronunciadas frente a sus verdugos, en la prisión de Ramla fueron: “Larga vida a Alemania. Larga vida a Austria. Larga vida a Argentina. Estos son los países con los que más me identifico y nunca los voy a olvidar. Tuve que obedecer las reglas de la guerra y las de mi bandera. Estoy listo”.

Sus restos fueron incinerados y las cenizas fueron dispersadas en el mar Mediterráneo por una nave de la Fuerza Naval israelí en presencia de algunos supervivientes del Holocausto, y fuera de las aguas jurisdiccionales de Israel. De este modo, se evitaba que su tumba se convirtiera en sitio de veneración para los neonazis.

La Guerra de Vietnam (1958-1975)

En mayo de 1968, soldados norteamericanos penetraron en una aldea de Vietnam llamada My Lai. Lo sucedido en esa aldea fue relatado más tarde en una entrevista con Paul Meadlo (The New York Times, 25 de noviembre de 1969), uno de los soldados que se encontraba allí:

¿Cuántas personas habían reunido?

“Pues había más o menos entre 40 y 45 personas que habíamos reunido en el centro de la aldea, en mi opinión... Y...”

¿Qué tipo de personas?, ¿hombres, mujeres, niños?

“Hombres, mujeres y niños”

¿También bebés?

“También.Y los amontonamos unos contra otros. Hicimos que se pusieran en cuclillas sobre el suelo y entonces el teniente Calley se acercó y dijo: Ya sabeis lo que teneis que hacer, ¿no es así? Yo respondí que sí. Me pareció muy normal que nos pidiera solamente que los vigiláramos. Luego nos dejó ahí y regresó tras diez o quince minutos y dijo: ¿Por qué no los habéis matado aún? Y yo le dije que no creía que él quisiera que los matáramos, que sólo quería que los vigiláramos. Pero él dijo que no, que los quería muertos. También...”

¿Y a cuántos mató usted en ese momento?

“Pues bien, disparé con un arma automática y así uno no puede..., uno dispara solamente contra el sector donde se hallan y no puede saber cuántos ha matado porque todo iba muy de prisa. Así que podría haber matado unos diez o quince”

¿Hombres, mujeres y niños?

“Hombres, mujeres y niños”

¿También bebés?

“Y bebés también”

Ver Discurso de Mike Prysner, veterano de la Guerra de Irak (II Guerra del Golfo), que comenzó el 20 de marzo de 2003. Les va a llamar mucho la atención, por la sinceridad “escandalosa” de sus palabras, que brotan desde la independencia mental de un hombre que abrió los ojos tras obedecer órdenes “superiores” y participar en un infierno creado por oscuros personajes, investidos de poder, desde la tranquilidad de sus hogares.

Ver Plantas medicinales/Antidepresivos, y Los Psicofármacos (el escándalo silencioso de un negocio a costa de la salud de la gente)

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