La Afectividad (E) y la Conducta (F2) resultan generalmente una "unidad de reacción" ante nuestros pensamientos, acompañados, con menor o mayor intensidad y consciencia, por la omnipresente realidad Psicosomática (F1). Podemos decir que nuestros comportamientos suelen estar "salpicados" por nuestras emociones, sentimientos o estados de ánimo, y viceversa. De la misma forma, nuestro cuerpo está reflejando constantemente nuestras vivencias afectivas, y éstas son influidas asimismo por nuestro estado corporal. Al poco que se analice y hagamos un sencillo ejercicio de introspección, nos resultará obvio que:
E > F1, F2
Alguien grita o pega portazos porque está enfadado (siente ira), y no alrevés, lo cual se acompaña de un movimiento orgánico correspondiente:
e > f1, f2
Una actitud psicológicamente sana supone expresar nuestras emociones, sentimientos o estados de ánimo, de una forma adecuada y en la medida necesaria. Puede suponer una determinada acción, hablar, o simplemente gesticular. Lo necesario como para darle salida a la energía emocional despertada por la percepción de algún hecho de la realidad. Dicha conducta produciría, a su vez, una influencia en la realidad, un nuevo estímulo (g), que es producto de la exteriorización de nuestra afectividad. Ésta influencia en el exterior es el punto final de la cadena y comienzo de la siguiente. G puede ser reforzante (dando “razón” a nuestros sentimientos), indiferente, o aversivo (motivo para replantearse nuestra reacción ante A).
Para que haya congruencia en una persona (coherencia, autenticidad), su mundo interior tiene que expresarse en el mundo exterior, en una forma e intensidad adecuadas:
e10 > f210 > g
¿Pero qué ocurre si nuestra emoción se retiene y no la expresamos? El organismo tiene que dar salida igualmente a ésta energía retenida, y el resultado puede ser lo que se suele denominar "somatización". Nuestro cuerpo expresa de alguna manera lo que hemos sentido (de una forma característica en cada persona), y no hemos tenido sobre el medio una influencia activa: la realidad se nos impone, poco más o menos como si no hubieran existido nuestros sentimientos...
e10 > f110 > g10
Nuestro cuerpo siempre expresa cualquier actividad mental, aunque sean ideas carentes de connotaciones afectivas, lo que ocurre es que son muchas veces imperceptibles, y una persona que “fluye”, cuyo funcionamiento es pleno, vive la corporalidad como una unidad inseparable del “sí mismo”. Ella es su cuerpo y su cuerpo es ella.
La no expresión de un sentimiento puede deberse a muchas razones, una de las cuales es el interesante caso de no habernos dado cuenta del mismo cuando ocurrió, o de la intensidad con que nos afectó. Por ejemplo, estando muy ocupado en nuestro trabajo, alguien nos hace algún feo, o ha ocurrido alguna cosa a la que no le hayamos podido prestar mucha atención. Nuestro cuerpo registra el hecho en aquel mismo momento, y nos podemos encontrar, después de unos minutos, con un dolor de cabeza, o al cabo de unas horas, o a la mañana siguiente, con un dolor de garganta.
Si es un hecho psicosomático, que es en la mayoría de los casos, resulta reversible normalmente, y lo que nos ocurre corporalmente nos puede guiar hacia lo que pasó que nos hizo sentir mal. Aún tenemos, en el presente, una oportunidad de expresar, de hecho, o también mentalmente, aquello que no expresamos en el pasado.
¿Pero podríamos decir que los estados psicosomáticos (incluidas las somatizaciones) y la conducta sean los únicos efectos de nuestra mente? Es tiempo de afirmar con rotundidad que no, que hay un componente hasta ahora ignorado por la Psicología oficial, a pesar de que está muy presente en la vida cotidiana: los Fenómenos Ψ (F3).
Les voy a poner un ejemplo que yo mismo he vivido. En este caso, nos encontramos con una retención de una intensa emoción de ira y una falta de respuesta conductual... Fue un momento en que mi compañera estaba muy contrariada conmigo, con una intensa rabia (y con razón), porque me necesitaba y me descuidé más de la cuenta en el ordenador. Cuando acudí a hablar con ella, estaba en la cocina fregando los cubiertos, y aparentemente "tranquila". En este contexto, en el escurreplatos (que estaba en alto, lejos de sus manos y de cualquier efecto externo posible) estalló un vaso en mil pedazos, que se esparcieron por toda la cocina (escurreplatos mismo, fregadero, encimera y suelo). Un suceso espectacular que se podría interpretar como un fenómeno de psicorragia:
e > f3
Ver secciones de Psicosomática y Paranormal